Cada día
            hagamos algo de lo que podamos sentirnos orgullosos al día siguiente.  
             
            Cada día, 
            pensemos que es el primero, 
            para vivirlo con sorpresa; 
            y el último, 
            para aprovecharlo como nuestra última oportunidad.
             
            Cada día, 
            busquemos nuestra felicidad 
            haciéndo más feliz a algún otro.
             
            Sembremos 
            una semilla
            de cuyos frutos podamos vivir al día siguiente.
             
            Renovemos 
            nuestro corazón de tal manera 
            que no quede amargura alguna para el día siguiente.
             
            No guardemos 
            nuestras sonrisas de hoy para mañana.
             
            Sólo podremos sonreír mañana, 
            si hemos sonreído hoy.