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Enigmas develados

Apuntes sobre la mente analítica XVII bis17/10/2011

APUNTES SOBRE LA MENTE HUMANA XVII bis

BASADOS EN LOS DESCUBRIMIENTOS DE L. RONALD HUBBARD

DIANÉTICA Y PSICOANÁLISIS

por Horacio Velmont 

El error de la evocación

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Se ha pretendido que un paciente sólo necesita hablar de sus conflictos para hacerlos desaparecer. Nada más alejado de la realidad. Si a una persona conflictuada se le permite hablar, no dejará de estar conflictuada.

En la práctica, es mucho mejor decirle a un paciente, que está recontando por enésima vez sus problemas en forma compulsiva, que se calle a permitirle seguir hablando.

La libre asociación y otros medios de comunicación mencionados por Freud son sólo superficialmente terapéuticos. Esto no quita que algunos pacientes, contados con los dedos de la mano, hayan podido experimentar algún alivio luego de horas y horas de hablarle al analista de sus padecimientos.

Pero el hecho de que la mayoría no tenga muestra alguna de recuperación, aunque sea mínima, o empeore, basta para considerarlo obsoleto y desechable

Otro dogma del Psicoanálisis es que todo lo que se tenía que hacer para que desaparecieran incidentes ocultos era evocarlos.

Un analista espera de su paciente que continúe evocando incesantemente hasta que aparezca alguna bobada escondida por ahí, que presumiblemente sea la causa de sus conflictos, y resuelva el caso.

Es decir, espera que al paciente le salga algo así como un comodín y lo salve. Esto, obviamente, no habla muy bien del Psicoanálisis como terapia válida.

De haber sabido el analista la increíble cantidad de incidentes que estaban ocultos sólo en la etapa prenatal -sin contar, por supuesto, los de vidas anteriores-, habría abandonado la ridícula idea de que el relato de unos pocos incidentes daría lugar a una recuperación.

Es cierto que se puede hacer un poco más feliz a un paciente a través del recurso de recuperar algún momento perdido, pero ello no es permanente y tarde o temprano la condición negativa retorna.

El analista utiliza en forma harto exagerada el recurso de recordar. La fijación en el paciente de la idea de recordar y recordar incesantemente, tal como se hace en las sesiones psicoanalíticas, a la larga es muy destructiva para él y esto se observa en el empeoramiento de los casos.

Se ha establecido, científica e irrefutablemente, que es en absoluto imposible erradicar los conflictos del pasado de una persona haciendo que evoque sus recuerdos interminablemente, porque lo que aberra son los engramas, y éstos no están al alcance de su recuerdo consciente, necesitándose de una técnica especial para llegar a ellos (que el Psicoanálisis obviamente no posee).

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El quid de la transferencia

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Otro error del Psicoanálisis es el tan mentado asunto de la "transferencia", término que se usa para denotar el traslado del paciente a la personalidad del analista.

La adquisición de personalidades adicionales, en realidad, no significa otra cosa que una escasez de identidades.

Resulta algo digno de asombro encontrar profesionales tan seguros de su altísima calidad como para exigir que cada uno de sus pacientes asuma su identidad. ¡La consecuencia graciosísima de esto sería un mundo de analistas!

La asunción de una personalidad ajena puede ser del todo destructiva para la personalidad de cualquier individuo, ya que semejante actitud sólo significa, como ya se señaló, una escasez de identidades.

Lo único que tal vez podría decirse a favor de la transferencia es que el analista pone a la persona consciente del hecho de que puede asumir por lo menos una identidad más.

Pero como la pérdida de la propia personalidad del paciente hasta el punto de asumir otra identidad -la del analista- es decididamente destructiva para su personalidad, cabe concluir que todo este asunto de la transferencia no es más que un error.

Con todos estos métodos y mecanismos, más calculados para deprimir y esclavizar al paciente que para liberarlo, parece imposible creer que el Psicoanálisis haya pretendido alguna vez ayudar a alguien.

Esto no empece, sin embargo, el hecho indiscutible de que muchos analistas, al prestar atención a las dificultades de los pacientes y poner una cuota de humanidad, clemencia y bondad en las sesiones, hayan obtenido algunos resultados, ¡pero no por los métodos psicoanalíticos sino a pesar de ellos!

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Concentración indebida en el sexo.

El sexo es sólo una de las dinámicas de la vida. El hombre no sobrevive únicamente para la segunda dinámica (el sexo) sino también para las siete dinámicas restantes (la de uno mismo, la del grupo social, la de la humanidad, la de todos los organismos vivos, la del universo físico, la de los espíritus y la de Dios).

La concentración en una dinámica con exclusión de las otras cercena la capacidad de vivir en el mismo grado en que se encierra en su concentración. Expresado de otra manera, quien está concentrado en una sola dinámica puede decirse que está vivo sólo en un octavo.

Como Freud vivió en una época sexualmente muy inhibida, era lógico que criticara algo que fuera intensamente aberrante para la gente de su entorno. Además, tenía una obsesión racial en el sexo, suficientemente pronunciada como para que el contagio se expandiera con fuerza por toda Europa.

La concentración en el sexo como único transgresor, como se pretende en su Teoría de la libido, no resiste el menor análisis. Existen razas que no tienen ningún tipo de inhibiciones sexuales y, sin embargo, están aberradas. Estas razas, libres como el viento en la segunda dinámica, están no obstante intensamente aberradas en otros aspectos. Algunas están aberradas en la octava dinámica (Dios), otros en la primera, y así por el estilo.

La concentración en el sexo no es válida y ha empujado al psicoanalista a un callejón sin salida, inhibiéndolo para observar racional y verazmente lo que estaba sucediendo con los pacientes, lo cual es un hecho desafortunado, ya que de haber realizado esta observación hubiera descubierto mucho más de lo que descubrió en un siglo de existencia.

Psicoanalistas posteriores buscaron extender las ideas de la segunda dinámica de Freud a actividades sociales. Es decir, trataron de subir a la tercera dinámica de los grupos, pero su búsqueda en este sentido, como era lógico, tampoco tuvo éxito.

Indiscutiblemente, existe una considerable atención en el sexo, pero sostener que toda la aberración proviene del sexo es invalidar la capacidad del hombre para crear descendencia. El sexo es simplemente un nivel masivo de creación de cierto orden, y por cierto no muy elevado.

Es verdad que el sexo es poderoso, pero gente atrapada por la inspiración del trabajo, las actividades sociales o las religiosas, experimenta un éxtasis o un impacto emocional de lejos mayor que el sexual.

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Crítica a la evaluación del paciente.

Otra de las severas objeciones que pueden hacerse al Psicoanálisis es la reducción del autodeterminismo del paciente a través de la evaluación de su caso.

El analista hace que la persona le cuente acerca de qué está preocupado en la vida y luego le informa sobre la razón de por qué esto es así.

Si lo hace con bastante fuerza y lógica como para crear una absoluta convicción en la persona de que ésta es la realidad, lo único que hace es agregar más confusión a lo que ya de por sí es confuso.

Lo correcto no es evaluar al paciente, sino conducirlo en ciertas direcciones de modo que haga determinados descubrimientos por sí mismo y pueda así reconsiderar y darse cuenta de las cosas para tener una visión más correcta de ellas.

Una cosa es decir cómo es toda la vida y dar al individuo la base para que la observe mejor y más ampliamente, y otra cosa muy distinta es encontrar que la persona está asumiendo la personalidad de su madre y ponerse a evaluarlo respecto de su madre.

El paradigma más perjudicial de esto es tener, por ejemplo, un paciente trastornado con su padre y luego explicarle, como lo hace el analista, que su padre probablemente es un hombre bueno y en todo tuvo las mejores intenciones. Hacer esto es arrojar al paciente a la apatía.

Como la apatía por lo menos es tranquila, se la consideró un estado deseable para aquellas personas que tuvieran algunos impulsos socialmente destructivos.

Este estado, por lo tanto, pasó a ser entonces la meta final de los analistas (la meta de la psiquiatría siempre fue este estado).

Si un médico le dice a una paciente que es absurdo lo que ella dice que está evocando incidentes del vientre de su madre y le sugiere con fuerza y autoridad que debe dejar de lado esas tonterías y enfrentar la realidad, esto es evaluación de lujo y también agrega tremenda confusión al caso.

El verdadero crimen de la evaluación es decirle al paciente que está equivocado. La evaluación en sí, en sentido amplio, no es particularmente perjudicial al paciente, en tanto las observaciones que se le dirijan no lo invaliden completamente.

Es decir, se le podría dar un sistema general de la vida mientras no se lo esté aplastando contra otro sistema de la vida.

La evaluación de una persona puede definirse como la acción de sacudir sus datos estables sin darle nuevos datos estables con los que pueda estar de acuerdo o en los que pueda creer.

De ahí que no sea buena terapia decirle insistentemente a algún fanático religioso, o de cualquier otra índole, que todas sus creencias están equivocadas y que la verdad se encuentra en otro lugar.

Los analistas, desde Freud en adelante, han sido responsables de esto en grado sumo. Esta responsabilidad no pueden eludirla porque la evaluación, al revertir directamente creencias y datos estables, ha enviado a muchos pacientes psicoanalíticos a hospitales para enfermos mentales.

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El crimen de la invalidación

No obstante la gravedad de la evaluación, el crimen capital del Psicoanálisis es la invalidación. Con la evaluación sólo se está dando nuevos datos estables, pero con la invalidación se anula cualquiera de los soportes sobre los que se está apoyando, mal o bien, el paciente.

La mayor invalidación, por supuesto, es ser golpeado cuando uno no espera serlo, ser criticado cuando uno no cree merecer crítica. Esencialmente, es decirle a alguien que no tiene valor alguno, ni tampoco sus pensamientos y postulados.

La conducta más común de los psicoanalistas y psiquiatras en los hospitales mentales es invalidar, con sus drogas, encierros, palizas y shocks eléctricos. Los resultados están a la vista.

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Psicoanálisis e hipnotismo * 

Otro de los errores fundamentales del Psicoanálisis ha sido su temprana dependencia del hipnotismo. El uso del hipnotismo denota una ansiedad de producir un efecto más allá del poder del individuo de producirlo con conocimientos y medios normales.

El hipnotismo no es otra cosa que la absurda creencia de que el paciente tiene que estar en un estado de coma antes de que se le pueda ayudar en algo. El médico clínico, el psicoanalista y el psiquiatra han sostenido por igual este principio.

Básicamente, una buena terapia debería despertar a la gente, hacerla más alerta, más capaz, más feliz, más competente. El hipnotismo es la antítesis exacta de esto. Los pacientes, después de la hipnosis, son manifiestamente menos capaces.

El uso continuo del hipnotismo y el uso de drogas hipnóticas para diagnosticar o sondear las profundidades de algún paciente, es una confesión de no saber las reglas generales de la vida.

Si uno no sabe estas reglas generales, mirará para cualquier lado en busca de alguna respuesta, aunque sea en el tacho de la basura.

El hipnotismo es precisamente esto. El hipnotismo no libera a las personas, hace esclavos. Es obvio, entonces, que estos fenómenos particulares de la mente deben ser desterrados para siempre de la sociedad y relegarlas como mero recuerdos de una etapa aberrada de nuestra civilización.

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Conclusiones

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Hemos demostrado que el Psicoanálisis es no sólo una terapia que no funciona sino que también es nefasta para la salud mental de cualquier ser humano.

La sola eliminación de los candados, por otra parte, como hace el Psicoanálisis, no devuelve a la persona todos sus poderes mentales, ni su memoria auditiva, visual, olfativa, gustativa u orgánica, ni su imaginación, y no aumenta específicamente su coeficiente intelectual.

¿Qué clase de sociedad es ésta en la que vivimos donde las meras suposiciones se aceptan como válidas aunque los hechos demuestren lo contrario?

Solamente una sociedad muy aberrada puede permitir la utilización de terapias que en lugar de liberar al hombre lo esclavizan y con frecuencia lo llevan a la muerte.

Ninguna terapia que desconozca la existencia de la mente reactiva y su aberrante mecanismo, así como la forma de eliminar de ella sus engramas, puede ser autorizada.

¿Dejaríamos una delicada computadora en manos de quienes desconocen su mecanismo?

¿Y acaso nuestra mente no es una delicada computadora que debemos cuidar con el mayor esmero posible?

Llegará el día en que la práctica del Psicoanálisis, junto con la del hipnotismo y la psiquiatría, sin olvidar también la prescripción de fármacos, será erradicada de la faz de la tierra y figurará en los códigos penales de todo el mundo como grave atentado a la salud pública.

La advertencia está hecha. Ahora le toca el turno a las autoridades competentes dar los pasos necesarios para erradicar para siempre de la sociedad este tipo de prácticas que degradan al ser humano

* Debe tenerse en cuenta de que el hipnotismo no es el enemigo cuando se conoce Dianética, en cuyo caso puede utilizárselo eventualmente como terapia. Pero nuestra prevención se debe a que prácticamente los hipnotizadores desconocen la forma de eliminar una orden hipnótica que ellos mismos implantaron, creyendo que el tiempo la diluye. Nada más alejado de la verdad, porque el tiempo hace precisamente lo contrario, la potencia.

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LECTURAS COMPLEMENTARIAS

El complejo de Edipo

http://www.grupoelron.org/autoconocimientoysalud/complejodeedipo.html

El complejo de castración

http://www.grupoelron.org/autoconocimientoysalud/complejodecastracion.html

 

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