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Enigmas develados

Apuntes sobre la mente humana XVII17/10/2011

APUNTES SOBRE LA MENTE HUMANA XVII

BASADOS EN LOS DESCUBRIMIENTOS DE L. RONALD HUBBARD

DIANÉTICA Y PSICOANÁLISIS

por Horacio Velmont 

En sus inicios el Psicoanálisis fue un gran movimiento innovador que prometía un tratamiento científico de todas las afecciones neuróticas, aseguraba la cura de muchas de ellas y alardeaba de poseer la clave para la prevención, no sólo de los desórdenes mentales sino también de la criminalidad, del malestar social y de las guerras.

Reacción optimista tras la desesperanza con que la Medicina y la Psicología ortodoxas venían considerando las perturbaciones neuróticas, el Psicoanálisis apareció como un soplo vivificador que viniese a barrer los miasmas de esas letales dolencias.

En el concepto popular, Sigmund Freud ascendió a la jerarquía de genio científico, que superaba su época y daba una nueva orientación al pensamiento humano.

Libros y artículos, y luego películas y programas de televisión, hicieron del psicoanalista, con su diván y su aire de sobrehumana sabiduría, una figura familiar para el público.

El adiestramiento en los métodos psicoanalíticos se convirtió en un requerimiento para el psiquiatra incipiente, y las teorías y la jerga psicoanalítica se filtraron hasta el habla de las enfermeras, las visitadoras sociales, los maestros, y un amplísimo vulgo.

El éxito de la revolución freudiana parecía casi completo. Sólo había una cosa que no iba del todo bien: los enfermos sometidos al tratamiento psicoanalítico no mejoraban y en muchos casos empeoraban.

Las cifras, cuando se ordenan y analizan en detalle, revelan un hecho sorprendente: al cabo de años de tratamiento, aproximadamente dos de cada tres enfermos se han aliviado.

En otras palabras, no existe prueba alguna de la eficacia del tratamiento freudiano: exactamente el mismo número de pacientes sanan bajo el tratamiento psicoanalítico que los que se hubieran aliviado sin él.

La verdad es que, cuando se acude a los ficheros en los hospitales en busca de datos de hace un siglo, se descubre esta realidad interesante: entonces, como hoy, la proporción de curaciones o mejorías es siempre de dos por cada tres enfermos.

Si se tomara, como lo hizo el Dr. Peter Denker, de Nueva York, 500 neuróticos graves, y se los encomendara al respectivo médico de familia, que los tratará con los medicamentos corrientes expedidos en la farmacia y con sus leales consejos e indicaciones, se comprobaría el sorprendente fenómeno de que a lo menos dos de cada tres enfermos se habrán restablecido al cabo de los dos años.

En realidad, casi lo mismo sucede cuando al enfermo no se le somete a ningún tratamiento. En consecuencia, los psicoanalistas que presuman de curar este tipo de enfermedades, deberían superar considerablemente los resultados del tratamiento ordinario o la ausencia de todo tratamiento.

Un sistema que presuma de curativo, altamente costoso en tiempo y dinero, debe justificarse en términos de su probado éxito en relación a otros tratamientos más sencillos.

Nada de esto ha sucedido. ¿Cómo es posible, entonces, que este sistema de tratamiento, que no posee pruebas que lo garanticen, atraiga tantos firmes creyentes y haya llegado hasta el punto de constituir casi una religión moderna, máxime que el mismo Freud, en los últimos años de su vida, fue mostrándose cada vez más escéptico respecto a las posibilidades terapéuticas de su propia técnica?

Para explicárnoslo de algún modo, consideremos el famoso experimento efectuado por el renombrado psicoanalista norteamericano Burrhus F. Skinner.

¿En qué consistió este experimento? Pues encerró en una gran jaula una colección de palomas e instaló en ella cierto dispositivo mediante el cual caían unos cuantos granos de trigo al piso de la jaula cada tres o cuatro minutos, y dejó allí solos a los pájaros durante la noche.

Cuando volvió al día siguiente, encontró a las palomas entregadas a las más extrañas maniobras. Algunas de ellas saltaban de aquí para allá en una pata, otras se agitaban con un ala hacia arriba o con un ala hacia abajo, mientras alguna se mantenía con la cabeza levantada oteando el aire.

¿Qué había sucedido? Pues que cuando Skinner salió del laboratorio la noche anterior, las aves empezaron a explorar su prisión y al hacerlo adoptaron todas las formas de movimientos peculiares de las palomas.

De pronto, cayeron unos cuantos granos de trigo delante de cada volátil, como si fuese una respuesta o recompensa al movimiento que el ave estaba haciendo en aquel instante.

Por inferencia instintiva, cada cual continuó haciendo el mismo gesto, y -¡qué maravilla!- el premio vino, una y otra vez.

Las palomas quedaron convencidas de esta relación de causa a efecto, y siempre que sentían hambre adoptaban la postura supuestamente remuneratoria.

Es obvio que hubiera resultado inútil explicarles que no tenían prueba científica alguna de que sus extrañas posturas fueran las que provocaban la caída del grano; la confirmación ocasional dada a su proceder por el artificio era por demás convincente para ellas. Ocurren muchas cosas parecidas en el campo del Psicoanálisis.

Los enfermos, en la mayoría de los casos, experimentan mejoría sin relación alguna con el tratamiento a que se les somete; pero el hecho se interpreta, tanto por el enfermo como por el psicoanalista, como prueba de la bondad del método.

 

Cuanto más los dolientes mejoran, tanto más el psicoanalista se convence de la excelencia de su sistema curativo. No considera en ningún momento que otras personas se someten a distintos tratamientos con ostensibles idénticos resultados: a la extracción de los dientes para remover los focos de infección, a la imposición de manos, a los baños fríos, a píldoras falsas, a la sugestión, a la confesión y a la plegaria.

Así, todo profesional logra éxitos en razón de que, cualquiera sea el remedio que use, no empecerá a la mejoría del doliente (lo mismo que cualquiera que fuese la postura adoptada por cada paloma no influía para nada en la caída del grano).

Se tiene ya la explicación del prestigio que la terapéutica psicoanalítica ha obtenido, tanto entre los psicoanalistas como entre los enfermos: los fracasos se olvidan y los éxitos se adjudican al sistema, sin advertir el sofisma en que se incurre.

El Psicoanálisis, sin duda alguna, constituye el mayor fraude del Siglo XX. La pregunta lógica, por lo tanto, es: ¿También permitiremos que lo siga siendo en el Siglo XXI? 

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La verdad oculta detrás de esta seudoterapia

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El Psicoanálisis constituye una técnica no solamente ineficaz sino muy nociva, tanto para el analizado como para el analista, porque, por una parte, considera al ser humano como compuesto de mente y cuerpo -olvidándose que la mente es un mecanismo físico utilizado por el Yo (alma, espíritu, Yo Superior o Thetán, según la filosofía que se aplique)- y por la otra no distingue entre la mente analítica y la mente reactiva, siendo esta última el verdadero origen de las enfermedades mentales y la delincuencia y no la mente analítica, la única que conoce el Psicoanálisis.

La práctica del Psicoanálisis debería estar sancionada severamente por el Código Penal, junto con el hipnotismo (cuando no se conoce Dianética) como prácticas atentatorias a la cordura, porque implantan engramas (órdenes hipnóticas de alto poder), provocando enfermedades mentales impredecibles.

¿Pero qué se supone que es el Psicoanálisis? El doctor Markham, en su libro The Way of the Mind, lo define en los siguientes términos:  

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"El Psicoanálisis es un sistema de terapia mental desarrollado por Sigmund Freud en Austria en 1894 y que depende de las siguientes prácticas para lograr sus efectos: se hace discurrir (asociar libremente) al paciente sobre su infancia por años y recordarla mientras el profesional efectúa una transferencia de la personalidad del paciente a la suya propia y busca incidentes sexuales ocultos, que Freud creía ser la única causa de la aberración. El profesional da una interpretación sexual a todo el relato y lo evalúa para el paciente en términos sexuales. La totalidad de los casos de Psicoanálisis nunca ha sido evaluada y se han hecho pocas o ningunas pruebas para establecer la validez del sistema".

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Con mayor precisión, la terapia psicoanalítica podría denominarse "estudio de los candados". Un candado es una situación de angustia mental y su fuerza depende del engrama al cual está adherido.

Un engrama es similar a una orden hipnótica de alto poder y por definición incluye dolor físico (por ejemplo, la caída de una escalera que incluye un golpe en la cabeza sería un engrama clásico).

Una de las bendiciones de la naturaleza es precisamente que el candado necesita una atención mínima. Este tipo de incidente, con carga o sin carga , está en el recuerdo consciente (el engrama, en cambio, no lo está, ya que en el momento de recibirse la mente analítica se desconecta) y parece ser el motivo de que el aberrado esté aberrado.

Un candado es un momento de malestar mental que no contiene gran dolor físico ni pérdida grave. Una quemadura, una desgracia familiar, estas cosas son candados. Cualquier persona tiene miles de ellos.

La eliminación de los candados es una pérdida de tiempo. El Psicoanálisis, precisamente, sólo se ocupa de ellos y de ahí su fracaso rotundo.

 

Como el Psicoanálisis no tiene en cuenta los engramas (que son los que le dan fuerza al candado) trabajar solamente sobre este tipo de incidente torna a esta terapia en interminable.

Quizás el Psicoanálisis produzca alivio en algunos pacientes, pero los resultados no van más allá de lo que pueda producir la charla con un buen amigo que tenga el saludable hábito de escucharnos con interés y aprecio y la costumbre de felicitarnos con una palmadita en la espalda.

El Psicoanálisis, por otra parte, puede ser sumamente aberrativo. El paciente asiste por lo general a la sesión muy abrumado por sus problemas, es decir, en un estado en que su poder analítico se encuentra disminuido y, por lo tanto, su mente reactiva está abierta al registro de engramas.

Éstos, similarmente a órdenes hipnóticas de alto poder, al restimularse más tarde, provocarán trastornos mentales impredecibles que uno difícilmente achacaría a la terapia.

El Psicoanálisis no es una ciencia y como teoría fracasó totalmente. El Psicoanálisis no adelantó en absoluto desde sus inicios. Las ciencias son algo vivo y cuando están basadas en verdades avanzan y evolucionan. El Psicoanálisis no hizo ni lo uno ni lo otro. Hay poca diferencia, si hay alguna, entre los escritos de Freud de 1984 y las declaraciones de los analistas de hoy.

En todo caso, la diferencia es negativa: los escritos de Freud a fines del siglo XIX eran más claros y precisos que aquellos publicados hoy. Las cosas que tienen éxito se expanden, se difunden e invaden, precisamente lo contrario del Psicoanálisis, que hoy es una causa irremisiblemente perdida. ¡La completa estructura del Psicoanálisis moderno es la misma que la de hace un siglo!

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Sospechosa prescindencia del test

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Llama mucho la atención el hecho de que el Psicoanálisis nunca haya sometido a los pacientes a un test, antes, durante y después de la terapia. Probablemente ésta sea la mayor condena que se le puede hacer.

Es una tarea inútil buscar registros auténticos de mejora de pacientes debido a las sesiones. Ningún analista se toma la molestia de hacerle un test al paciente antes de comenzar la terapia ni tampoco durante ella para observar su progreso.

Esto es realmente inconcebible, porque el test es algo que se remonta a los días más lejanos de Grecia. El hombre siempre ha estado haciendo tests al hombre para descubrir su estado y sus cambios.

El precursor más antiguo que conozcamos del test probablemente haya sido la grafología o tal vez la frenología. La antigua bruja, en última instancia, estaba haciendo un test psicosométrico al consultante. Los tests de culpa o inocencia mediante respuestas eran un asunto común en las cortes medievales.

No tiene excusas el psicoanalista, entonces, por no utilizar el test como método de averiguación del estado del paciente, porque el test siempre estuvo a su disposición.

Las razones por las que no lo utiliza son obvias. Al observar que los tests reflejaban la falta de progreso en sus pacientes, o su empeoramiento, optó por dejarlos de lado.

Esto es cierto porque no cabe imaginar a un profesional que no haya intentado observar si había progreso en sus pacientes mediante tests. Después, al no observar resultados, los archivó para siempre.

Cualquiera que haya escuchado las conversaciones de analistas habrá podido observar que jamás hablan de curaciones, sino sólo de síntomas. Si sólo pueden hablar de síntomas y nunca de curación, esto ya está demostrando rotundamente el fracaso del sistema.

Ante una terapia exitosa difícilmente se encuentren surgiendo y desarrollándose nuevas terapias más brutales. Sin embargo, el tratamiento de los dementes hoy es mucho peor que hace dos siglos y las brutalidades que se practican en nombre de la "curación mental" no pueden ser contempladas impávidamente por ningún hombre que se precie de civilizado.

La gente está plenamente consciente del hecho de que la última persona que se quiere ver es un psicólogo, un psicoanalista o un psiquiatra.

Hoy en día, estos "profesionales" desgarran alegremente los cerebros de sus pacientes, los sobresaltan con drogas de muerte, los sacuden con shock eléctricos, los encierran de por vida, los esterilizan sexualmente y ellos mismos se conducirían de la misma forma que sus pacientes si se les diera la oportunidad.

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Apuntes sobre la mente humana XVI14/10/2011

APUNTES SOBRE LA MENTE HUMANA XVI

BASADOS EN LOS DESCUBRIMIENTOS DE L. RONALD HUBBARD

LA TERAPIA DIANÉTICA

por Horacio Velmont

 

Hay muchos formas de meterse en problemas con la curación mental, y pueden clasificarse de la siguiente forma: 1)  choques eléctricos; 2) cirugía cerebral; 3) drogas fuertes; y 4) hipnosis desconociendo Dianética. Se puede agregar también la mezcla de Dianética con otras formas más antiguas de terapia.

La mente es un mecanismo que se autoprotege. El auditor dianético *, al no usar drogas, como en el narcoanálisis, choques eléctricos, etc., no puede cometer ningún error que él mismo u otro auditor no pueda remediar.

La mente no peremitirá que se la sobrecargue seriamente mientras pueda conservar consciencia parcial de sí misma; solamente se la puede sobrecargar cuando su conciencia se reduce hasta un punto en el que no puede evaluar nada: entonces puede trastornarse completamente.

La evocación dianética ** deja a un paciente plenamente consciente de todo lo que está teniendo lugar y con recuerdo pleno de todo lo que ha sucedido. Son posibles y útiles los tipos de terapia que no hacen esto, pero deben abordarse con el pleno conocimiento de que no son a toda prueba.

Dianética, por lo tanto, usa la evocación para la mayor parte de su trabajo y usando la evocación no es positble que un auditor dianético se meta en dificultades de las que no puedan salir él mismo y el paciente. Él está trabajando con un mecanismo casi a toda prueba en tanto la mente retenga cierta consciencia; una radio o un motor eléctrico son mucho más suscetibles al daño en manos de un trabajador que la mente humana.

 La mente fue construida para ser lo más dura posible. Se encontrará que es difícil meterla en situaciones que la hagan estar incómida, y es imposible con la evocación embrollarla lo suficiente como para causar neurosis o demencia.

En el manual de infantería de los EE.UU. hay una cita sobre la decisión: "Cualquier plan, no importa lo mal que esté concebido, si se ejecuta con valor es mejor que la inacción".

En Dianética, cualquier caso ***, no importa lo grave que sea, no importa la poca habilidad del auditor, es mejor abrirlo que dejarlo cerrado. Es mejor comenzar la terapia, aunque haya de interrumpirse después de dos horas de trabajo, que no comenzar la terapia en absoluto.

Es mejor contactar con un engrama que dejar un engrama sin contactar, aun cuando el resultado sea incomodidad física para el paciente, pues a partir de entonces ese engrama no tendrá tanto poder, y la incomodidad remitirá gradualmente.

Esto es un hecho científico. El mecanismo que usa Dianética es una capacidad de la mente que el hombre en general no sabía que tenía. Es un método de pensamiento que cada uno posee de forma inherente y que evidentemente estaba para ser usado en el proceso general de pensar, pero que por algún extraño descuido el hombre nunca ha descubierto antes.

Una vez que una persona ha aprendido que posee esta nueva facultad concreta es más capaz de pensar que antes; y esta facultad la puede descubrtir en diez minutos. Además, cuando uno aborda un engrama con esta facultad (que una vez intensificiada es la evocación), algunas de las conexiones de nivel inferior de ese engrama se rompen y los factores aberrativos ya no tienen tanta fuerza, tanto en las esferas físicas como en las mentales. Además, el conocimiento de que hay una solución para los males mentales es un factor estabilizador.

Abordar un engrama con la evocación dista mucho de ser lo mismo que restimular exteriormente al engrama como se hace en la vida. El engrama es un tipo poderoso y maligno mientra no se toque. En su sitio y activo puede ser restimulado para causar innumerables males mentales y físicos. Pero abordarlo con la evocación es hacerlo por un camino nuevo, uno que lo desarma. El poder del engrama es, en parte, el miedo a lo desconocido; el saber da estabilidad por sí mismo.

La terapia dianética no es totalmente inocua, ya que en cierta manera provocará alguna incomodidad al paciente. El trabajo del auditor, cuando toca los engramas que no pueden eliminarse, puede causarle al paciente dolores de cabeza, diversas molestias y dolores e incluso enfermedades físicas leves, aun cuando el trabajo se haga cuidadosamente.

Pero lo cierto es que la vida le ha estado haciendo esto a una escala muchísimo mayor durante años, y no importa lo cruelmente que se haya maltratado el caso, no importa cuántas aberraciones salten a la vista para atormentar al paciente durante un día o dos, ninguno de estos tratornos es tan grave como los que puede ocasionar el medio ambiente actuando sobre el engrama que no se ha tocado.

El auditor dianético puede hacerlo todo al revés, en completo desorden y totalmente mal, y de todos modos el paciente estará mejor, siempre y cuando no trate de emplear drogas antes de haber trabajado con unos pocos casos, que no emplee el hipnotismo como tal y que no trate de mezclar a Dianética con alguna terapia más antigua.

Puede usar drogas en Dianética si conoce Dianética y si tiene colaboración médica. Puede usar todas las técnicas del hipnotismo siempre y cuando tenga una gran experiencia con Dianética. Y una vez que haya usado Dianética no volverá a caer en esfuerzos místicos para sanar mentes.

En síntesis, lo que se expone aquí es que, en tanto el auditor tome un caso relativamente sencillo al principio para ver cómo funcionan los mecanismos de la mente y utilice solo la evocación, no puede meterse en dificultades.

Seguramente que habrá quienes crean que tienen tanta experiencia en golpear el tam-tam o en agitar calabazas que no le darán a Dianética una oportunidad de funcionar como Dianética, sino que entrarán majestuosamente y empezarán a atormentar al paciente con las tonterías del complejo de Edipo, de la "envidia del pene" o haciéndole arrepentirse de sus pecados.

Pero el paciente que empiece a recibir esto será inteligente si cambia su posición del sofá a la silla del auditor y aclara algunas aberraciones del auditor antes de que continúe el trabajo.

Cualquiera que haya leído el libro de L. Ronald Hubbard "Dianética, la ciencia moderna de la salud mental" y conseguido un paciente con recuerdo sónico pra hacer un intento de prueba, sabrá más sobre la mente, a partir de esas acciones, de lo que haya sabido jamás, y será más hábil y capaz para tratar la mente que cualquiera que intentara hacerlo hace muy poco tiempo, independientemente de su reputación.

Esto no significa que aquellos que hayan tenido experiencia con pacientes mentales, conociendo Dianética (conociendo Dianética), no tendrán ventaja sobre aquellos que no se dan cuenta de algunas de las manías de que es capaz el hombre en un estado aberrado.

Por otra parte, tampoco significa que algún ingeniero, abogado o cocinero con algunos casos de Dianética en su haber no será más experto que todos los demás practicantes de cualquier clase o educación. En este caso el cielo no es el límite.

No podríamos decir a la ligera que un hipnotizador capaz o un psicólogo capaz, preparado y dispuesto a desechar y olvidar los errores de ayer, no esté mejor preparado para practicar Dianética. En el campo de la medicina mental, el doctor en medicina, con una gran cantidad de experiencia en la curación, podría muy estar muy por encima de otros auditores en el trabajo de Dianética.

Pero éste no es necesariamente el caso, pues en la investigación se ha probado que los hombres y las mujeres con los pasados profesionales más dispares se han convertido de repente en auditores superiores en destreza a aquellos de campos que podrías sospechar que están más estrechamente relacionados.

Los ingenieros especialmente son un excelente material y constituyen magníficos auditores. Una vez más Dianética no se publica para una profesión, pues ninguna profesión podría abarcarla. Es insuficientemente complicada como para justificar años de estudio en alguna universidad. Pertenece al hombre, y es dudoso que alguien pudiera monopolizarla, pues no entra en ninguna clase de legislación en ninguna parte, y si Dianética fuera legislada como una profesión con título, entonces es de temer que el escuchar historias y bromas y experiencia personal también tendría que ser legislado como una profesión.

Tales leyes pondrían entre alambre de púas a todos los hombres de buena voluntad que prestan un oído compasivo a los problemas de un amigo. Dianética no es psiquiatría. No es psicoanálisis. No es psicología. No es relaciones personales. No es hipnotismo. Es una ciencia de la mente, y necesita tanta autorización y regulacióln como la aplicación de la ciencia de la física.

Esas cosas para las que se establece una legislación son un asunto legal porque de algún modo pueden perjudicar a los individuos o a la sociedad. Existe legislación para el psicoanálisis en varios estados de los EE.UU; la legislación contra o acerca de la psiquiatría existe en todas partes. Si un auditor desea convertirse en psiquiatra con el poder de cortar en vivo cerebros humanos, si desea convertirse en médico y administrar drogas y medicinas, si quiere practicar hipnotismo y sugestiones pobres en un paciente, entonces debe encuadrarse en la psiquiatría, la medicina y las leyes locales sobre el hipnotismo, pues se ha introducido en otros campos que no son Dianética.

En Dianética el hipnotismo no se usa, no se operan cerebros y no se dan drogas a menos que el médico local sea parte del personal. Dianética no está en modo alguno cubierta por la legislación en ninguna parte, pues ninguna ley puede impedir que un hombre se siente y le cuente a otro sus problemas; y si alguien quiere un monopolio sobre Dianética, es seguro que lo quiere por razones que no tienen que ver con Dianética sino con el beneficio.

Dianética no es enemiga de nadie y cae completamente fuera de las legislaciones existentes, ninguna de las cuales dispuso nada para una ciencia de la mente.

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OBJETO DE LA TERAPIA DIANÉTICA

El objeto de la terapia dianética es producir un liberado, es decir, alguien al cual se ha eliminado la tensión o angustia más importante, o un claro ("clear"), o sea un individuo que no tiene enfermedades mentales o aberraciones postenciales.

Aclarar es liberar a una persona o a una sociedad, como en el caso de Dianética política, de todo el dolor físico y la emoción dolorosa que hay en su vida. El resultado de esto producirá persistencia en las cuatro dinámicas, una capacidad analítica óptima para el individuo y, junto con ello, un completo recuerdo. El claro tiene a su disposición la experiencia de toda su vida y tiene toda su capacidad mental inherente, para usarla con libre imaginación.

Su vitalidad física y su salud han mejorado notablemente, y todas las enfermedades mentales han desaparecido y no volverán. Tiene mayor resistencia a la enfermedad real. Y es adaptable a su medio ambiente y capaz de cambiarlo. No está "ajustado"; es dinámico. Y sus estándares de ética y moral son elevadas; su habilidad para buscar y experimentar placer es grande. Su personalidad está reforzada y es creativo y constructivo.

Un liberado es un individuo al cual se le ha liberado de las dificultades mentales y físicas y emoción dolorosa crónicas o en curso. Un liberado generalmente excede en estabilidad mental a la norma contemporánea.

Un claro tiene recuerdo completo de todo lo que le ha sucedido o de cualquier cosa que haya estudiado. Hace computaciones mentales como las del ajedrez, por ejemplo, que un normal haría en media hora, en diez o quice segundos.

No piensa "vocalmente" sino espontáneamete. No hay circuitos demonios en su mente excepto aquellos que le divirtiera instalar --y destruir de nuevo-- para ocuparse de aspectos del vivir. Es absolutamente autodeterminado. Y su imaginación creativa es alta. Su vigor, persistencia y tenacidad ante la vida son mucho mayores de lo que nadie haya creído posible.

El claro es racional. Los actos que perjuican a una sociedad son irracionales. Cuantos más claros tuviera una sociedad, más prosperaría ésta.

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* Auditor: el término se utiliza en Dianética para designar a cualquiera que esté adiestrado en la práctica de la terapia dianética. Auditar es escuchar y computar.

** Evocación: la palabra se utiliza para denotar el estado de concentración en el cual entra el paciente al cerrar los ojos durante la terapia dianética. En este estado la memoria es muy buena y puede hacer algo que normalmente no podía hacer antes. En rigor lo puede hacer en cualquier momento ya que no es un estado extraño. La persona está completamente despierta pero con los ojos cerrados.

*** Caso: todo el contenido de la mente reactiva.

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