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Promoción de la paz, la libertad, la cultura y la tolerancia.

Arturo Souto Feijoo por Francisco Arias Solís17/4/2010
 

ARTURO SOUTO FEIJOO

(1902-1964)


Pero no podíamos admitir como revolucionaria, como

verdadera, una pintura, por ejemplo, por el solo hecho de

que su concreción estuviese referida a pintar un obrero

con el puño levantado, o con una bandera roja, o con

cualquier otro símbolo, dejando la realidad más esencial

sin expresar.”

Ponencia colectiva. Presentada ante el Congreso de Escritores.

Valencia, julio de 1937.

 


LA VOZ DE UN PINTOR REVOLUCIONARIO


La obra del gran pintor gallego Arturo Souto se haya extendida por el mundo, figurando en los museos de España y América. Souto es un pintor que se alimenta principalmente del impresionismo y del expresionismo. En sus pinturas sobre los desastres de la guerra española se hace patente la violencia y la muerte. Souto es uno de los grandes artistas gallegos del siglo XX. Jean Cassou afirma que en el arte español “Souto ocupa un lugar de primera categoría”, y, Tristán Tzara, nos ha dicho que Souto “ha sabido encontrar el digno y profundo sentido, sin el cual, en nuestro tiempo, la vida no merecería ser vida ni llamarse vida”.


Arturo Souto Feijoo nace en Pontevedra el 5 de abril de 1902 y fallece en México el 3 de julio de 1964. Hijo del magistrado y pintor Arturo Souto Cuero, durante su niñez y adolescencia vive en Oviedo, Zaragoza, Lugo y A Coruña. Con dieciocho años, se establece en Sevilla donde inicia los estudios de aparejador que abandonaría pronto para ingresar en 1922, en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Participa en las tertulias literarias madrileñas. En 1925 realiza su primera exposición individual en la Casa de Galicia de Madrid. Viaja a París en 1926 y 1928 y rompe con el academicismo para adentrarse en las corrientes vanguardistas del impresionismo, cubismo y expresionismo. A su regreso se suceden numerosas exposiciones, entre las que señalamos la Exposición Nacional, en 1930, Circulo de Bellas Artes y Sociedad de Artistas Ibéricos en San Sebastián, en 1931, Copenhague, en 1932, el Ateneo, Casino de Vigo y Berlín, en 1933. En 1934 marcha pensionado a la Academia Española de Bellas Artes en Roma, siendo director de la misma Ramón María del Valle-Inclán. En agosto de 1935 viaja a París donde monta una exposición individual, permanece en la capital francesa hasta mayo de 1936.


La rebelión militar del general Franco le sorprende en Madrid, disfrutando de un permiso de la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Participa con dibujos y carteles en la defensa de la República. Asiste al II Congreso internacional de escritores para la defensa de la cultura celebrado en Valencia en julio de 1937 y fue uno de los redactores de la famosa “Ponencia Colectiva”, que firmó junto a Emilio Prados, Miguel Hernández, Arturo Serrano Plaja, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert, Antonio Sánchez Barbudo, Ángel Gaos, Antonio Aparicio, Lorenzo Varela, Herrera Petere, Miguel Prieto y Eduardo Vicente. Participa en el Pabellón de la República Española, presente en la Exposición Internacional de París de 1937. Al año siguiente expone en Bruselas.


Finalizada la guerra, Souto emprende el camino del exilio desde Valencia. Expone en París, Bélgica, La Habana, Nueva York, Los Ángeles, Filadelfia... En 1942 se establece en México donde reside hasta el final de su vida. Allí colabora en la revista malagueña Litoral, que vivió en México su “tercera época”, bajo la dirección de José Moreno Villa, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, Juan Rejano y Francisco Giner de los Ríos, siendo el autor del dibujo (plana entera) Laureles y pájaros, aparecido en el número consagrado a la memoria de Enrique Díez-Canedo. También colabora en las revistas del exilio Las Españas, de la que también fue colaborador su hijo Arturo Souto Alabarce, Ultramar y Nuestra España. Fue encargado de la sección de arte de la revista Vieiros, que a pesar de su efímera duración, representó en parte la labor de la creación literaria de los gallegos exiliados en México y fue uno de los más hermosos esfuerzos tipográficos y artísticos producidos en el exilio español.


El pintor gallego regresa a España en 1962 y expone en Vigo, Madrid, Bilbao y Santiago de Compostela, pero, en marzo de 1964, vuelve a México donde fallece, a los pocos meses. Y como dijo nuestro pintor: “Los pintores españoles, por su parte, descentrados por la guerra y el exilio, se ven a su vez desorientados por una contradicción más: el magnetismo de un mundo nuevo (paisaje, hombre, cultura), y nostalgia de un ámbito perdido; nostalgia que en la paz y la soledad, agranda, intensifica, idealiza, las calidades de una tierra y una luz españolas que han quedado fijas en la retina y el recuerdo.”


Francisco Arias Solís

DEMÓCRATAS CON EL JUEZ BALTASAR GARZÓN

Asociación por una justicia democrática y una judicatura digna.

Internautas por la Paz y la Libertad y Foro Libre.

URL: http://www.internautasporlapaz.org

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Sor Luisa de la Ascensión por Francisco Arias Solís16/4/2010
 

SOR LUISA DE LA ASCENSIÓN

(1565-1636)


Entre sí en la soledad

se dan estrechos abrazos;

y allí son los fuertes lazos

que atando dan libertad.”

Sor Luisa de la Ascensión.


LA VOZ DE LA MONJA DE CARRIÓN


La poesía de esta controvertida monja, procesada por la Inquisición y, posteriormente, con un proceso abierto de beatificación, ha sido calificada, por unos, de una elevadísima inspiración mística y de una gran belleza formal en sus versos, y por otros, de pésimo gusto y de versos vulgares. Menéndez Pelayo considera que La monja de Carrión “era más bien ilusa y engañada que engañadora”; otros críticos literarios, en cambio, se refieren a ella, destacando su vida colmada de santidad y como una figura singular de la poesía mística española, hasta el punto de comparar su obra poética con la de Santa Teresa de Jesús, lo que entendemos que es exagerado, si bien, es autora de muy acertados villancicos, como éste: “Cordero de tal grandeza / Está sin lana en el yelo. / Yo pienso en un terciopelo / Envolver tanta pobreza...”


Sor Luisa de la Ascensión, en el mundo María Luisa Ruiz de Colmenares de Solís, también conocida como La monja de Carrión, nació en Madrid el 16 de mayo de 1565 y fue bautizada en la parroquia de San Andrés. Fueron sus padres Juan Ruiz de Colmenares y Jerónima de Solís, carrioneses que habían ido temporalmente a la Corte, debido a la enfermedad de un familiar. A los diecisiete años de edad fue llevada a Carrión de los Condes y a los dieciocho años ingresó en el convento de Santa Clara. De novicia se distinguió por sus grandes penitencias y cuando en 1609 fue nombrada abadesa, por vez primera, sometió a la comunidad a constantes penitencias y mortificaciones y a una rígida observancia de la disciplina monástica. Sor Luisa de la Ascensión fundó una hermandad de defensores de la Purísima Concepción a la que estaban inscritos no menos de ochenta mil personas, prelados, nobles y pueblo llano. Se le atribuyeron muchos prodigios y hechos milagrosos. El padre Aspe escribió en dos volúmenes la vida de Sor Luisa, y fue esta biografía la que desencadenó que el Santo Oficio la procesara en 1634, no obstante contar ésta al propio monarca entre los más devotos de sus fieles, apartándola de su comunidad y recluyéndola en el convento de las Agustinas Recoletas de Valladolid, donde falleció el 28 de octubre de 1636. El proceso de Santo Oficio concluyó más tarde con sentencia absolutoria.


Sor Luisa de la Ascensión fue la consejera de Felipe III, desempeñando un papel similar al de Sor María Jesús de Agreda junto a Felipe IV, y también muy parecido al que representa Sor Patrocinio, La Monja de las Llagas, junto a Isabel II. Al igual que esta última presenta numerosos casos de bilocación así pudo confortar, en Japón, al mártir franciscano Fray Juan de Santa María; en Asís, visitar el sepulcro de San Francisco, o asistir en Alemania a un combate entre católicos y luteranos, al mismo tiempo que su presencia era visible en tierras de Castilla. Fueron muchos los personajes que le pidieron consejos. Felipe III que le consultaba importantes problemas de estado hasta se desplazó en 1613 a Carrión de los Condes, el Papa Gregorio XV mantuvo continuos contactos con ella y se encomendaba en sus oraciones y Felipe IV, llegó a consultarle sobre el posible casamiento de su hermana la infanta Doña María con el Príncipe de Gales, al que se opuso La monja de Carrión, al ser el Príncipe un hereje.


El padre Manuel Fraile Miguélez publica en 1890 la obra Un proceso inquisitorial de alumbrados en Valladolid o vindicación o semblanza de La monja de Carrión, en la que se le defiende como persona y como mística.


Siendo cierto que La monja de Carrión exageró sus trastornos místicos cuando nos contaba que durante su noviciado “sufrió muchos insultos del diablo, quien le azotaba con garfios de hierro y empujaba cuando bajaba la escalera de la ermita”, o cuando aseveraba que se le había aparecido Cristo “cuando estaba en el vientre de su madre”, para prometerle la virginidad, explicarle el misterio de la Trinidad y anunciarle que sería monja clarisa, no es menos cierto, que sus composiciones poéticas son de una gran inspiración, especialmente, el famoso Romance de la soledad del alma, digno de figurar en cualquier antología de la poesía mística española: “Allí el amor unitivo / junta la parte a su todo / y el cuerpo por cierto modo / anda sin el alma vivo”.


Francisco Arias Solís

DEMÓCRATAS CON EL JUEZ BALTASAR GARZÓN

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