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Promoción de la paz, la libertad, la cultura y la tolerancia.

Escuela y sociedad por Francisco Arias Solís22/3/2010
 

ESCUELA Y SOCIEDAD


Y todo un coro infantil

va cantando la lección:

mil veces ciento, cien mil;

mil veces mil, un millón.”

Antonio Machado.


EL SABER APRENDER ES EL MEJOR FRUTO DE LA ESCUELA


Vivimos inmersos en un diluvio de datos. La dificultad de asimilarlos crece en la medida que aumenta la diversidad y complejidad así como la de los canales por medio de los cuales se vierten. El nivel de datos disponibles puede llegar a bloquearnos totalmente.


Estamos hablando de datos y no de información para poner de relieve una característica muy especial de nuestra época: La confusión entre datos e información y entre esta última y el conocimiento.


El nivel medio cultural que se requiere para la compresión de un texto es cada vez más elevado. Estamos en la era de la información y sin embargo el nivel de confusión parece estar creciendo. De ahí la importancia del papel de la escuela para contribuir al logro del cambio de la información en conocimiento y de la tecnología en comunicación.


Los alumnos han de encontrar en la escuela todo aquello que está presente en la sociedad y la cultura en la que viven; la escuela ha de ser la circunstancia dinamizadora de la vida individual en el seno de la propia sociedad. En una sociedad del conocimiento y de la comunicación la misión de la escuela es la de ofrecer los elementos que permitan el desarrollo y la capacidad de aprender: a la escuela vamos a iniciar el aprendizaje de aprender. El saber aprender es el mejor fruto que puede ofrecer la escolarización.


En este sentido, en la escuela deben estar presentes todos los medios que la sociedad tiene para ofrecer información: libros, periódicos, radio, televisión, ordenador... nada puede ser ajeno a la escuela porque nada es ajeno a la vida del alumno.


En cualquiera de las áreas en las que está dividido el panorama académico no importa que se trate de lenguas, idiomas, matemáticas, física, ética o música, en todos ellos se puede realizar el ejercicio de adiestramiento en la búsqueda de información o de unos datos adecuados al planteamiento de un supuesto o de un contexto real. Esto supone, por parte del profesorado, un cambio en la perspectiva desde la que contempla su función; en ofrecer más elementos de búsqueda que soluciones previas; en proponer actividades más que en presentar ejercicios escolásticos descontextualizados y anacrónicos. No es sencillo, pero sí estimulante, el intentar el equilibrio entre lo estricto y convencionalmente académico y estas nuevas maneras de hacer.


Por otra parte el desarrollar actividades comunicacionales, el contactar con otros grupos en escuelas geográficamente distantes, es una actividad que merece especial atención si se pretende que los alumnos y alumnas vivan y conozcan como algo real la virtual presencia de culturas distintas, tal y como puede constatarse en los programas de todo tipo que nos ofrece indiscriminadamente los medios audiovisuales de difusión.

Conscientes de estas características de nuestro tiempo es preciso descubrir nuevas sendas por las que caminar para poder enseñar nuevas actividades valoradas con un alto potencial de aprendizaje para el alumno. Y como dijo el poeta: “Aprende a diferenciar / las cosas que son mentira / de las que cosas que son verdad”.


Francisco Arias Solís


La fórmula salvadora es paz, libertad y justicia.


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Manuel Granell Muñiz por Francisco Arias Solís21/3/2010
 

MANUEL GRANELL MUÑIZ

(1906-1993)


Hay el exilio físico. Y el exilio de conciencia -más

amargo que el otro, más difícil a la larga-.”

Manuel Granell Muñiz.

LA VOZ CON LIBERTAD CREADORA DE SER


El poeta y filósofo Manuel Granell encontró tales dificultades en nuestro país para el desarrollo de su vida intelectual que optó por el exilio en Venezuela, más que de la guerra Granell es un exiliado del franquismo. “Bajo el cielo venezolano -nos dijo Granell- ha madurado mi pensar, tomó forma coherente el entramado conceptual, dispuso de la libertad y sosiego favorables al ejercicio de la actividad creadora”. Precisamente, Venezuela fue el país de acogida en el que los estudios filosóficos y universitarios en general sufrieron un mayor impulso por parte de los exiliados españoles. Según José Luis Abellán, si la llamada herencia de Ortega, resulta básica en todos los pensadores exiliados, en algunos cobra una especial importancia, como sucede en los casos de José Gaos, María Zambrano, Francisco Ayala y Manuel Granell. Este último obtiene una primera culminación de su indagación filosófica en su Lógica, publicada en 1949, donde realiza una exposición del sentido de la logocidad, mediante el acercamiento concreto a las distintas formas que la lógica ha ido adquiriendo históricamente. La última parte del libro está dedicada, sin embargo, al análisis de la lógica de la razón vital, como si este fuese el prototipo de toda lógica, en la medida que el fin último de ésta es ceñirse al objeto propio de su consideración. Naturalmente, esto implica un concepto de verdad ceñido al sujeto que supone una nueva visión antropológica; línea que ha marcado gran parte de las investigaciones de Granell: El humanismo como responsabilidad (1959), El hombre, un falsificador (1968), y sobre todo su monumental tesis y su obra “más cabal” La vecindad humana: Fundamentación de la Ethiología (1969, Premio de Investigación de la Universidad Central de Venezuela en 1970), que pone la base de una nueva e importante disciplina a la que llama Ethología. Años más tarde nos diría Granell: “Dicha investigación sobre la logicidad -el esfuerzo logificante, en modo alguno “la” lógica-, fue un primer paso -por cierto decisivo- para mis futuras meditaciones, las que fueron culminando en La vecindad humana, subtitulada: Fundamentación de la Ethiología.


Manuel Granell Muñiz nació en Oviedo el 18 de junio de 1906 y falleció en Caracas el 13 de noviembre de 1993. Inició sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias de Oviedo, para seguidamente, en 1925, cursar estudios en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Fracasa en los exámenes y siente atracción por la filosofía. Aconsejado por su padre estudia derecho en la Universidad de Oviedo y obtuvo la licenciatura en 1929, año en que viajó a París y a su paso por Hendaya, visitó a Unamuno, desterrado por la dictadura de Primo de Rivera. Al año siguiente, comenzó sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, donde tuvo como profesores a García Morente, Ortega y Gasset y José Gaos, en 1936, obtuvo la licenciatura. Colaboró en la Revista de Occidente. En enero de 1937 fue profesor del Instituto de Elche, en ese mismo año, contrajo matrimonio con Pilar Gaos. Al finalizar la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco emprendió su exilio material. “En enero de 1939 – nos contó Granell -crucé a pié los Pirineos por el llamado paso de la Muga justo el mismo día que el resto del Ejército del Este y bajo la observación de los aviones franquistas. En Saint-Laurent, primer pueblecito francés me esperaba mi esposa, acompañada de sus padres, quienes habían cruzado la frontera a pié dos días antes. Pude así vestirme inmediatamente de paisano, lo cual, unido a mi carnet de profesor, me sirvió para eludir los campos de concentración... Y estalló la segunda guerra mundial. De golpe, todo se complicaba. Mi esposa embarazada. Mis padres -desterrados de Oviedo tras confiscarles sus bienes-, abandonados en Barcelona. Viendo la letra de mi padre descubrí que tenía contado sus días. No había alternativa. Tras angustiosas semanas en el campo de concentración de Deusto, llegué justo a tiempo para enterrar a mi padre, evitándole la fosa común, y recoger a mi madre”. Calificado de “rojillo”, sufrió un amargo exilio interior. Se dedicó a la enseñanza privada, a trabajos de traducción para algunas editoriales y publicó algunos artículos literarios utilizando seudónimos. “El 30 de enero de 1949 -nos contaba el Granell- tuve en manos las “capillas” de la Lógica- libro que era mi esperanza para saltar a América-. Mucho antes de lo esperado, exactamente el primero de octubre, me llegaba a Madrid un cable de la Universidad Central de Venezuela ofreciéndome -espontáneamente, por motivos suyos y sin influencia alguna- un plaza de profesor”. Desde enero de 1950 ejerce de profesor invitado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, de la que llegaría ser profesor titular. En 1959 adquiere la nacionalidad venezolana y en 1964 obtuvo el doctorado en Filosofía con su tesis La vecindad humana. Fue cofundador de la Sociedad Venezolana de Filosofía y director del Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanidades, desde 1972 hasta su jubilación en 1977.


Entre las obras de mayor relieve del filósofo Manuel Granell, además de las citadas, se cuentan: Cartas filosóficas a una mujer (1946), Estética de Azorín (1949), Ortega y su filosofía (1959), Del pensar venezolano (1967), Ethologia y existencia (1977) y Humanismo integral (1983). Como poeta publicó dos poemarios, con el seudónimo de Manuel Cristóbal, Umbral (1941) y Antología del silencio (1981). Y como dijo el poeta y filósofo ovetense: “El genuino filósofo no debe plegarse a otra voz que la de su almohada”.


Francisco Arias Solís


Donde mora la libertad, allí está mi patria.


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