Canal de Beagle «a la table”

 



Competir desde el plato con el paisaje de los confines del sur es un atrevimiento que Le Martial, el restaurante de Las Hayas Ushuaia Resort, es una irreverencia que implica mucha valentía

La belleza circundante atrapa todas las miradas. Los comentarios agotan las palabras. Es más común la contemplación que la adjetivación. Las Hayas está ubicado en lo alto de la ciudad de Ushuaia, camino al Glaciar Martial. Su localización asegura una de las mejores vistas a la ciudad, al canal de Beagle y a los cerros Cinco Hermanos, Olivia y Trapecio, entre otros.
Rodeado de un bosque cautivante y centenarios de ñires, lengas, guindos y hayas, con vistas a los picos majestuosos de la cordillera de Los Andes y al magnético azul profundo del Canal de Beagle, desde sus ventanas las miradas invitan a transitar por un remanso de verdadera paz, en los últimos confines de la tierra.
El crepitar de la hoguera familiar durante la temporada de ski y los lánguidos anocheceres que se adormecen de a poco en la coordillera, son dos de las puestas en escena que convocan a terminar la jornada de actividad deportiva o turística con un buen plato, balconeando sobre el Canal de Beagle.
El restaurante gourmet Le Martial se anima a competir con la extrema belleza de la naturaleza. Con segura oferta de carta sólida y variada, se abre paso entre las deslumbrantes propuestas de la escenografía de Ushuaia.
El acogedor y elegante restaurante permite contemplar una vista privilegiada desde sus ventanas que, como claraboyas, se introducen en las navegaciones de todas las épocas, bajo la imponencia de la cordillera y sus ancestrales bosques. 
A la hora de elaborar sus platos, se privilegia la tendencia de los productos orgánicos de kilómetro cero, todos artículos lde la zona, como la centolla, la merluza negra y el cordero. Buscando la mejor calidad posible, se cuida el producto para mantener intactas sus propiedades y así, desarrollan platos sabrosos, en su justo punto de cocción y con atractivas presentaciones logrando por consecuencia, una experiencia memorable. 
Cada comida resulta entonces,una verdadera obra de arte. Los sentidos se sienten estimulados en todo su esplendor, donde aroma y sabor suben hasta el comensal con la sutileza que tienta a probarlo todo.
Hay una delicada cautela en la impronta de presentación, sin exagerada puesta en escena, sino una justa medida cauta como para exhibir la riqueza genuina de las materias primas que saben balancearse adecuadamente en cada línea del menú.
Cerrar los ojos y dejarse llevar por los sabores lentamente, acompañando la experiencia con una selección de los más finos vinos procedentes de las cepas más prestigiosas del país.
La luz cálida, la escenografía de diseño que mezcla una tradicional arquitectura sureña alpina con algo de hygge nórdico. Armonía con el afuera, dándole el protagonismo que merece. Casi sintiéndose como en la propia casa, con platos generosos, abundantes en honestidad gastronómica y sabores inolvidables, tal como la experiencia amerita.