Con amor por la rotisería

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

El sitio tiene un encanto arrobador. La gente es maravillosa y, sobre todo, la comida vuelve a las raíces de una manera amorosa por la cocina de la historia. Piccolo Positano renueva la idea de rotisería. Evoca y proyecta.
Cuando el delivery era una palabra fuera del vocabulario y en las casas se cocinaba a diario, la experiencia de «comprar afuera» se reducía al barrio. En mi casa se compraba en «Granja Tabares» que, además de tener los productos frescos de carnicería y pollería, con una mínima expresión de almacén, se tomaba muy en serio la cocina y hacía una docena de platos a diario para suplir las pocas ganas o el cansancio de las amas de casa. Ese reemplazo era tomado con orgullo y seriedad. No había nada procesado. Se amasaba, se hacía fresco cada mañana, se renovaban los platos según las reglas del mercado, se cuidaba la dieta del público con buenos productos y balance saludables en la cocción… Las bombas de papa nunca fueron como entonces.
Hasta que conocí Piccolo Positano  una rotisería de Recoleta que no le tiene miedo a tomar el vocablo y apropiarlo para ponerse de apellido. El regreso de la practica deja un sabor de nostalgia alegre. La propuesta fue creada para comer rico y casero, apuntalada por el hacer de la pescadería cercana que lleva su propio nombre. Su entrelíneas de memoria se lee en la carterlería, la cocina, el perfume inmaculado. Las tartas tentadoras, las hamburguesas de salmón cubiertas con tomate y bañadas con queso; el tradicional arroz con pollo, el budín vegetariano…
Las porciones generosas, las variantes de menú, las promociones contundentes son algunas alternativas que pesan en estos tiempos de confinamiento. Ni qué hablar cuando el aroma de paella colma la cocina. Mis preferidas? Las empanadas de salmón para comer a temperatura ambiente… un sueño. Como las bombas de papa de mi niñez.