Un bistró para compartir

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello



Como un cernidor de productos, A Manger ha dado vida a un extenso mundo de delicatessens inesperadas, reales e irresistibles en su proyecto. Sabor genuino que invita al encuentro.

Si creias que esto es cosa de todo el mundo, no. La picada es una tradición argentina que sorprende. Por los años ’40 se hablaba de copetín, un conjunto de pequeños platitos que incluían palitos fritos, aceituras y maní. Allí se hizo célebre el triolet, una bandeja de degustación con tres contenedores unidos por un centro. Para los ’60 la propuesta se había ampliado y la cantidad de platitos se multiplicaba gracias a la costumbre del vemout al caer la tarde. 
Dicen que se le debe a Alfonso X la idea de que los mesones no podían servir vino sin algo para comer. Y era tan exigente la idea de que se ingiriera algún alimento para escapar a la borrachera, que lo masticable llegaba en un plato cubriendo la bebida. En cambio el investigador y esctitor argentino Héctor Nicolás Zinni, asegura que la picada argentina es producto de un hecho fortuito. Un agregado cultural británico visita Rosario, la cocinera a cargo quería deslumbrarlo con una comida que incluyera 80 ingredientes. Armó la misen en place en diferentes platitos y se fue a cambiar. Pero ante la inminencia del arribo de la visita y la ausencia de la cocinera, los ingredientes fueron servidos así como la misen en place los exhibía. El inglés bautizó a la puesta en escena «pickles» y se supone que de allí viene la idea de picada.
  Tabla de madera, muchos pinches, cerveza o un vino tinto y anécdotas para amenizar el encuentro. Es que esta tradición gastronómica atraviesa la cultura argentina, nos convoca alrededor de la mesa o la barra, llama a confesarlo todo. Sea por zoom, house party, whatsapp o de balcón a balcón, una picada que sea equilibrada y completa es el ingrediente prefecto para amenizar.
 
Con corazón francés y alma nacional

A Manger tiene mucho de ese placer gastronómico que anida en la típica cuisine francesa. Pero toda esa delicadeza de sabores se marida perfecto con la autenticidad argentina. La gama de quesos que pueblan sus tablas ganan cualquier partida. Profundidad y sutileza, variedad e intensidad… nunca un bocado es igual al otro. Hay artesanato en la producción. Hay fiambres personales, hay finger food que vienen preseleccionadas, como el bello conjunto de queso parmesano, tomate seco y crudo… alguien puede sobrevivir a esa tentación?
Aceitunas gloriosas, brie para empacharse, pan muy personal y sus brillantes galletas de oliva que bañan con delicadeza el paladar.
La presentación entra por los ojos y sigue por la boca. Difícil detenerse cuando la tabla comienza a asomar su desnudez. Preparada con el cariño del que lo hace para comerlo.