Una energía cuasi infantil

Por Flavia Tomaello, https://flaviatomaello.blog/, Instagram @flavia.tomaello

Dentro del programa dedicado a la colección de Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta una exposición del estadounidense Robert Nava (1985). Comisariada por Guillermo Solana, se trata de la primera monográfica del artista en un museo con una selección de 17 piezas de gran formato, entre las que se encuentran Volador con castillo a la espalda (2021) y Tormenta en el río Rojo (2023) pertenecientes a esta colección.
Robert Nava comienza a interesarse por el arte y a pintar de manera académica a edad temprana. En 2008 obtuvo el título de Bellas Artes en la Universidad de Indiana y, años más tarde, en 2011, estudió un Máster en Bellas Artes en la Universidad de Yale. Actualmente, es un artista reconocido cuya obra forma parte de las colecciones del Musée d’Art Moderne de París, el Art Institute de Chicago, el Institute of Contemporary Art de Miami, el Museum of Contemporary Art de San Diego, el Museum of Fine Arts de Houston y el Zuzeum Art Center de Riga, y ha sido expuesta en varias muestras individuales en ciudades como Londres, Nueva York y Seúl.
El personal estilo de Robert Nava responde a una intención de desaprendizaje y de romper con las normas y prescripciones adquiridas durante su formación. Como consecuencia, se le suele relacionar con la llamada “bad painting” o “mala pintura”, término acuñado en 1978 por Marcia Tucker, conservadora fundadora del New Museum de Nueva York, para definir aquellas obras que desafían los cánones clásicos del buen gusto.
El arte prehistórico y el egipcio, la cultura precolombina, los dibujos animados y la pintura de Jean-Michel Basquiat y Cy Twombly son algunas de las referencias de las que se ha nutrido el artista para la construcción de su lenguaje pictórico.
Sus lienzos están protagonizados por seres mitológicos zoomórficos que habitan espacios de tensión y violencia, construyendo escenas crípticas en las que no existe el relato, sino la mera acción; tiburones con las fauces abiertas, caimanes ensangrentados, dragones, ángeles alados y otros monstruos híbridos son algunas de las criaturas que caracterizan su iconografía. Las formas son esquemáticas y planas, sin sensación de profundidad, ejecutadas como habría hecho un niño antes de descubrir la perspectiva.
Los cuadernos de Robert Nava, en los que dibuja a modo de ejercicio para registrar ideas, son fundamentales para su proceso creativo. Muchos de estos apuntes pasan posteriormente al lienzo teniendo en cuenta la técnica y las proporciones adecuadas al nuevo soporte. Sus creaciones se trasladan a los grandes cuadros a través del aerosol, de acrílicos y de óleo en barra, materiales que le permiten trabajar con rapidez.
Las obras que forman parte de la exposición pertenecen a su producción más reciente, entre 2019 y 2024, periodo en el que su pintura se caracteriza por ser más pictórica, rica y vigorosa. Todas ellas atestiguan la energía característica del artista, reflejan su capacidad en cierto modo infantil para la fantasía y la creatividad e invitan al espectador a meditar sobre la pérdida de la inocencia y su recuperación.