Libros, musica y otras yerbas

El Último Día (Cuento)

11:23 AM, 28/3/2007 .. 1 comentarios .. Link
 

      El mareo, producto de las burbujas del champagne, era bastante fuerte, tanto como la alegría que sentía. Por fin después de tantas idas y venidas, encuentros y desencuentros me casé con Elvira que, dicho sea de paso, estaba hermosísima con sus cabellos dorados, sus labios rosa pálido y sus ojos de agua marina.-

      El vals nos regalaba  él son del pasado majestuoso de la música, las luces de colores, las innumerables sonrisas de nuestros amigos y parientes, acompañaban el incesante giro de nuestro baile.-

     Pero algo no encajaba en esta escena felíz. Su mirada tan trasparente y tibia, se veía fría y opaca. Al mismo tiempo que me daba cuenta de ello toda esta imagen, increíblemente real, se desvanecía para dar lugar a la tenue penumbra de mi habitación.-

     Cerré los ojos, respiré profundo y pensé:

-         Claro, era sólo un recuerdo, o un sueño. ¡Pero tan nítido!

     Entreabrí  un ojo y vi como Elvira levantaba la persiana para luego regalarme una sonrisa, lastimosa, llena de pena. Su cabello era canoso, su rostro estaba surcado por arrugas pero su mirada era la misma de siempre, la dela juventud, aunque mostraba un sesgo de tristeza dado mi estado de salud.-

     Una hemiplégia me postró en mi cama y me dejó sin habla, pero mi mente estaba un rato aquí y un rato allá en el extraordinario mundo de los recuerdos que, no sé porque, se tornaron hermosamente verdaderos.-

     Elvira se sentó a leer una novela de García Márquez, su autor favorito, mientras yo cerré los ojos y automáticamente me transporté muchos años atrás, a un partido de fútbol de los tantos que jugué en mi vida con mis amigos.-

     Me encontraba en un hermoso predio, el césped estaba muy verde y no hacía mucho calor, era un día perfecto para jugar. Mi amigo Juan se acercó y me dijo:

     - Hacemos como siempre, yo voy por la punta derecha y te tiro el centro, después al revés.-

     - Si, por supuesto –respondí.-

     Comenzó el encuentro y no pasó mucho tiempo para que mi compañero corriera por el lado derecho de la cancha con la pelota en sus pies y disparó el centro. La pelota hizo una curva y cayó exactamente sobre mi cabeza. Solo tuvieron que flexionar  un poco las piernas y darle dirección a mi cabezazo.

    Por mi escasa estatura todos los defensores esperaban un remate por abajo, así que fue una sorpresa y un golazo.

     -¡Bien! ¡Buena! ¡Qué golazo! –decían todos- 

     -¡ Estuviste perfecto! –me dijo Juan-.

     - Gracias, vos también –le respondí.-

     - Dos ataques más así y cambiamos de posición –dijo Juan.-

     - Así será –respondí.-

     Los abrazos, las risas, los elogios. Yo sentía todo como si fuera real: el contacto con la pelota en mis pies, en la cabeza, las manos que me palmeaban la espalda a modo de felicitaciones, etc.-

     De pronto, todo se cae nuevamente como si limpiara un cristal. Otra vez la penumbra. Era de noche, la triste luz del velador formaba sombras fantasmagóricas sobre las paredes y al mismo tiempo daban claridad a la lectura de mi esposa. Traté de hablarle, pero solo emití un sonido gutural. Ella me miró y me dijo:

     -Pobre, debes tener sed.-

     Colocó el sorbete en mi boca y succioné un líquido dulce y fresco que no pude identificar mientras ella acariciaba mi cabeza con la dulzura más sublime, más excelsa que si logré captar.-

     Esa noche dormí sin sobresaltos, sin sueños, sin recuerdos. Mi mente se despejó por completo y al despertar me sentí muy descansado y en paz. Una penetrante calma circundaba la habitación, sólo el incesante trinar de los pájaros en el jardín le daban un marco sonoro a mi amanecer.-

     - Buen día, dormilón –dijo Elvira entrando en el cuarto.-

     - Espero que estés bien descansado, hoy hará mucho calor –reiteró.-

     Siguió hablando y hablando, nunca fue tan verborrágica como ese día quizás intuía o presagiaba, inconscientemente, alguna desgracia.-

    Presté atención a cada una de sus palabras pensando en que, quizás, serían las últimas que escucharía de ella. Pude percibir que cada una estaba cargada de incertidumbre, ansiedad y de una profunda tristeza causada por la impotencia de no poder evitar lo inevitable.-

    Al llegar el mediodía, quedé solo por un rato y, luego de rechazar la espantosa “papilla” que era lo único que podía ingerir, me entregué plácidamente al descanso y a los recuerdos.-

    Cerré los ojos y mi mente me llevó a una época muy apreciada por mí. Estaba junto al río, respaldado contra un árbol pescando. Apoyada sobre mi hombro con sus cabellos castaños y sus ojos color café estaba ella, si, era ella: Nancy, mi primer gran amor.-

     - Me quedé dormida. ¿Pescaste algo? –preguntó –

     - No, creo que no es mi día de suerte –respondí.-

     - Bueno, no importa, al menos estamos juntos –dijo.-

     - Claro, para eso vinimos, la pesca es solo una excusa.-

      Mientras contemplaba el reflejo del río, las hojas llevadas por la correntada, sentía el calor sofocante de la siesta y hasta las picaduras de los mosquitos.-

      Pero yo sabía perfectamente que esta vivencia no era real. Esta escena era la que viví el último día que vi bien a Nancy. Al siguiente me avisaron que estaba internada a causa de una súbita enfermedad que nunca nadie supo, o quiso explicar. Dos días después falleció, una semana más tarde nos casaríamos.-           

     Mágicamente la imagen se evaporó, más lentamente que las anteriores como despidiéndose de mí. Al abrir muy despacio mis ojos, y escuchando voces, murmullos y hasta algún sollozo producto del llanto, vi a Elvira junto a nuestros hijos Lucas y Mariela. Al verme despierto Mariela se acercó y acarició mi inmóvil rostro y me dijo:

-         Pobre papi, como debe estar sufriendo.-                 

      - ¡No!.¡No!. ¡No me duele nada y estoy reviviendo mi vida!-pensé mientras emitía sonidos inteligibles.

      - No te esfuerces, no podemos entenderte, pero te comprendemos en el dolor-agregó Lucas.

    Me calmé un poco y como ellos continuaron conversando y compadeciéndose de mí, cerré los ojos, respiré profundo y esperé unos momentos pero no sucedió nada. Ninguna imagen, ningún recuerdo. Miré a mí alrededor. Mi familia seguía allí, contemplándome, aunque esta vez sin hablar, mustios, con la mirada perdida y las lágrimas contenidas. No los podía ver así. Nuevamente mis párpados se unieron y los apreté fuertemente y traté de concentrarme en el pasado lo más que pude. Pero de pronto sentí como que algo se cortaba, o se quebraba dentro de mí, no pude identificar en que lugar de mi cuerpo, creo que en toda su extensión. Me sentí liviano, libre.

      - ¡Miren! ¡Puedo mover mis manos, mis brazos! ¡Logré sentarme solo!-grité desesperado.

     Nadie me escuchó, seguían mirando hacia mi almohada. Elvira tapó su cara con las manos y estalló en llanto. Mis hijos, jóvenes y fuertes, solo derramaron lágrimas  que corrieron sobre sus mejillas, y en silencio apretaron los dientes.

     Aún sin darme cuenta de lo que sucedía quise pararme y de pronto me encontré contemplando mi propio cuerpo mientras flotaba etéreamente cerca del techo.-

-No lloren, mis queridos. Fui sumamente feliz junto a ustedes, tuve una buena vida-dije.-

     No sé porque no pude recordar ningún mal momento, y sé que tuve muchos vividos en esta vida.

     Me elevé, me elevé y me elevé tanto que todo se transformó en luz, iba camino al misterioso universo de la muerte. Eché un vistazo hacia abajo y me di cuenta que dejaba el misterioso universo de la vida. 

 


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me gusto

12:24 PM, 28/3/2007 .. Publicado por ariel g casas
el cuento esta muy bueno. es fluido y de facil comprension. en el desarrollo, si bien el final puede ser previsible, durante la lectura se abren distintas posibilidades que se truncan en un buen final. me gusto mucho la descripcion del momento de la muerte.


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