Soneto para una niña que ha crecido
a Francis Fernández, que sigue (y seguirá) siendo una hermosa niña grande
Te adueñaste de la palabra entrega,
y el sacrificio coronó en tus sienes
el laurel amargo de los desdenes
que cobrara tu amor en la refriega.
Recorriste el mundo cual fiel labriega
y en cada surco ansiaste hallar los bienes
que a tu amor compensara sin vaivenes
una entrega total: alfa y omega.
Amaneció, ya ves. Es otro día,
y el alba poquito a poco ha mostrado
en tu ventana el sol que Dios te ha enviado.
Y así, negando el mundo que has hallado
abriendo vas tus ojos en porfía…
… la niña ya es mujer; ha despertado.
La Candelaria- Caracas; 26/05/06; 23:29
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