La verdad sobre Sergio Massa

21/4/2014 - Massa observado por todos.

Si uno se encierra en las farsescas primarias de mañana, como la multitud que se engolosina morbosamente con el crimen de Angeles Rawson desde hace casi dos meses, no sólo pierde perspectiva de su situación. También ignora, como si estuviera drogado, las consecuencias dramáticas que deberá atravesar. O padecer. Especialmente,  en el  crítico rubro de la energía, cuya salvaje crisis exponencial ni siquiera podría encontrar salida con soluciones contrarias al mitológico relato oficial. No son palabras estimar que este cuadro fuera de control, ya sin dimensión, amenaza la estabilidad económica y la vida cotidiana de los ciudadanos para los próximos meses. Nada alcanza, ni un nuevo acuerdo tipo Chevron, por firmarse y anunciarse en un par de meses, con otra empresa de origen local que teme perder una licencia estatal. De ahí la feroz interna que se vive en la administración entre los improvisados responsables de esta década  –hoy hasta tiran por la ventana las mágicas e incumplidas promesas de Miguel Galuccio–, el desasosiego de Cristina de Kirchner y la desesperación ante la  incertidumbre futura. Aunque este drama de vivir importando energía sin poder pagarla se anestesia, momentáneamente, por  el calendario electoral.

Queda claro, al margen de episodios sintomáticos como el de Santa Cruz –perder allí y hasta salir tercero el oficialismo significaría como si Menem y Alfonsín en el gobierno hubiesen sido derrotados en La Rioja y Chascomús– , el saldo vital de la provincia de Buenos Aires, donde un hombre de la misma estirpe (Sergio Massa) le hizo explotar el barco a la doctora, y el viaje prometido a Europa no pase del puerto de Montevideo. Curioso: allí perdieron con 37 y 38% radicales y peronistas, hoy quizás se pueda triunfar con menos del 35%; ella o Massa, quien por haber picado en punta ahora se destiñó un tanto debido al exitismo obligado de los argentinos (y sin haber denunciado un atentado con dos tiros en su camioneta en los alrededores del restaurante La Calesita, lo que también explica la impropia repulsa contra el gobernador). Más curioso es que entre los dos principales rivales, incluyendo a Francisco de Narváez, el peronismo puede pasar 80% de los votos sin que nadie haya necesitado denunciar casos de corrupción en ninguno de los competidores (no se debe apartar del paquete a Daniel Scioli) que, se supone, es una de las principales inquietudes de los argentinos (y que, en la plaza porteña, le ha deparado a Elisa Carrió un incremental volumen político). Rarezas de esa agrupación dominante.

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