PELOTÓN
Vimos una película de guerra. ¿Por qué? En ella, no existe la Ley, sino la (in)justicia por mano propia. No es posible apelar a nada o a nadie. Se vive en un ‘sálvese quien pueda’. La ‘Ley de la selva’. No se es escuchado y la angustia es moneda corriente en todo y en todos, pero ¿por qué la vimos? Pues, ¿acaso no es, por supuesto salvando las distancias, el tipo de vida que estamos llevando en esta Latinoamérica nuestra? ¿Esencialmente, y haciendo una gran abstracción, no es prácticamente lo mismo?
Vimos también en ella una reedición del mito de Caín y Abel, en estos dos sargentos que no casualmente, el ‘bueno’ se llama Elías (nombre del profeta) y el ‘malo’ Barnes, que al pronunciarse suena burns: quemar, arder, encender, casi un mensajero del demonio, quien incluso, tiene una mirada siniestra, con ojos inyectados en sangre, cuando casi mata a Taylor con una pala, pero que alegóricamente, justo en ese preciso momento desde el ‘cielo’, a modo de castigo divino, como un rayo, es esparcida una cierta lluvia letal desde un avión.
Vimos a Taylor sumergirse en el infierno de la guerra, repitiendo la historia, ya que su casa era un infierno ¿Cuál era su infierno? No encontrar al ‘padre’ habilitador y en esa búsqueda se encuentra con estos dos sargentos, representaciones del ‘padre imaginario, cruel y absoluto; el uno Y el ‘padre simbólico’, posibilitador, sometido a la Ley, el otro. Sólo puede poner fin a su infierno, devenir sujeto cuando va más allá del padre matándolo física y simbólicamente.
Ps. Ma. N. Dombronsky
Cel: 55 13 725 065
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