Taller de escritura

Personalidad múltiple

11:48 PM, 2/1/2008 .. 0 comentarios .. Link


Sus treinta años no la hicieron mujer, así como el hablar en la jerigonza insoportable que nos obligaba a escuchar no la convirtieron en francesa. Sabía contorsionarse, sujetando una puntita de tela del pantalón a la altura de la rodilla como si estuviera tomándose la pollera, y recitaba aquello de era un ratoncito chiquito chiquito con esa voz aniñada que nos exasperaba, o dejaba salir una voz cavernosa amenazando, insultando como un camionero mientras avanzaba el mentón provocador, y qué, qué te pasa eh? ¿Querés pelear? ¿qué me vas a hacer? ¿me vas a hacer nanita, eh, eh? Y se me venía encima, porque cuando ella era el Rolando, se metía conmigo y me sacudía, me escupía y yo no podía defenderme por temor a matarla, tan escuálida y desnutrida como parecía estar.
Mamá le tuvo lástima desde que el psiquiatra que la atendía desde antes que enviudara y que la siguió atendiendo en casa, dijo que era enferma, que tenía una personalidad múltiple, que a veces ella es ella, otras es Rolando o una nenita inocente, y que no tenía cura y que no era peligrosa, y que si se la podía contener en una casa de familia, ahora que quedó viuda al fallecer mi primo, que su futuro sería menos doloroso, porque qué puede hacer esta mujer enferma y sola en esta vida y sin falta de contención viviendo en un hotel o en una villa, al menos esta es una casa de barrio y de buena familia. Y así fue como nos hicimos cargo de ella.
El caso es que de pronto mamá tuvo un ataque al corazón y no pudimos evitar su muerte. Papá había tenido también un infarto un par de meses atrás, los padres de mi primo habían pasado a mejor vida en poco tiempo los dos, y ahora quedábamos ella y yo solas. No quise pedirle que se fuera, por respeto a la decisión de mamá, por quien yo seguía llorando. Decidí tomar la responsabilidad de cuidarla, y de ese modo sentí que también hacía algo por mi primo muerto tan joven. Además la casa es tan grande que hasta era grato para mí que, algunas veces, cuando andaba normal, bajara con el termo y el mate "para no tomar yo sola allá arriba", decía, "le puse menta y peperina y unos cachitos de cáscara de naranja seca. Está riquísimo, tomá" 
En el caserón enorme podíamos estar días sin vernos, pero para qué tienen ataques los de personalidad múltiple, si no es para joder. Se me aparecía en plena noche, me despertaba sacudiéndome, y qué, eh? qué! ¿me vas a pegar? ¿Me vas a hacer nanita? ¿eh? hasta dejarme boquiando de susto y de bronca, para después desplomarse como un pajarito mojado y llorar como un bebé.
Un día llegó el cartero mientras yo estaba en la terraza colgando ropa. Cuando tocó timbre, ella corrió a atender. Eso ya había ocurrido otras veces, pero siempre creí que ella me entregaba la correspondencia, que sólo consistía en facturas de servicios o alguna publicidad. Tuve la suerte de bajar en el momento en que el cartero le pasó algunos sobres y una carta que ella escondió con rapidez en el bolsillo de su batón. Me entregó los sobres con las cuentas del gas y la luz, ¿esto es todo? Le pregunté cuidando que no se notara mi expectación. Si, es todo. Le di las gracias y me metí en la cocina, intrigadísima. ¿Qué cosa andaba escondiendo? Descubrí la carta debajo de su almohada cuando subí casi detrás de ella "buscando al gato que anda con pulgas le dije". Se ve que no sospechó y se distrajo un momento y ahí vi la puntita del sobre asomando por debajo de la almohada. Lo demás fue fácil. Salimos a la terraza a buscar al gato, "michino, michino donde estás, ella se alejó hasta la cornisa y se asomó "michino, michino" yo entré a su cuarto "michino, michino", saqué la carta de debajo de la almohada y me la guardé rápido en el corpiño, "michino, michino, donde andás, el gato es más vivo que yo, se dio cuenta que lo voy a curar, a lo mejor está abajo, "michi, michi", bajé y me encerré en el baño.  A solas pude leerla: Era del médico psiquiatra que la atendía siempre. Me llamó la atención que se cartearan en forma personal, ya que las entrevistas con él, eran en casa y siempre cuando lo llamábamos porque estaba brotada y no teníamos cómo calmarla. Nunca vi que hubiera entre ellos otra cosa que la relación paciente-médico, y todo ocurría en nuestra presencia, él casi no hablaba con ella, la dejaba medicada con algo que le inyectaba, nos daba algunos consejos acerca de cómo cuidarla, y se iba. En la carta él le recordaba que ya estaba todo preparado para la sucesión, y le decía: "mi amor ya nos estamos liberando, fingí un poquito más y la que te dije se te queda dura del susto cualquier día, porque los nervios se le van minando, ya ves que nadie sospechó cuando lo de tu marido y los viejos, porque lo hicimos bien, agregale eso que te di para "saborizar" la yerbamate. No te olvides de quemar ésta enseguida, ya nos vamos a desquitar. Todo tuyo".


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