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Jubilaciones de privilegio: Cuando siete dÃas de gobierno valen millones
Mientras los jubilados de a pie luchan por llegar a fin de mes, un pequeño grupo de ex presidentes, vicepresidentes y primeras damas cobra cifras millonarias por beneficios vitalicios. El contraste expone una doble vara insostenible en el sistema previsional argentino.
Hace 6 horas.
En medio de los debates por aumentos mínimos a las jubilaciones comunes, el informe reciente de la ANSES reveló un dato difícil de justificar: en diciembre de 2024, el Estado destinó $126,7 millones netos para pagar jubilaciones de privilegio a apenas 11 personas. Esa cifra equivale al ingreso mensual de 385 jubilados con la mínima y bono incluido.
Uno de los casos más llamativos es el de Adolfo Rodríguez Saá, quien por sus siete días como presidente en 2001 cobró $15,1 millones en diciembre. Pero el que lidera el ranking es Mauricio Macri, con $15,7 millones netos. Le siguen las ex primeras damas Zulema Yoma ($13,1 millones) y Bety Andrés ($12,6 millones), además de la ex vicepresidenta Gabriela Michetti, con $11,7 millones.
El punto que marca la profunda desigualdad estructural es la evolución de los montos: entre mayo y diciembre de 2024, las jubilaciones de privilegio crecieron un 104% en términos reales, mientras que las jubilaciones mínimas sólo aumentaron un 29%. El sistema no sólo es desigual, sino que premia con generosidad a quienes ya tienen sus necesidades resueltas.
Recientemente, Cristina Fernández de Kirchner y Amado Boudou fueron excluidos de este beneficio por sus condenas judiciales. En su último cobro, la ex presidenta había percibido $21,8 millones sumando jubilación y pensión.
Pese a las críticas y el malestar social, la Cámara de Diputados rechazó eliminar estas asignaciones para futuros mandatarios. En contraste, el presidente Javier Milei renunció formalmente a cobrarla cuando finalice su mandato, en lo que representa más un gesto político que una solución de fondo.
En un país donde miles de jubilados cobran menos de lo que cuesta una canasta básica, las cifras que maneja este selecto grupo reflejan un sistema roto, desigual y cada vez más desconectado de la realidad social.