Comprende el Coaching y la Vision de Vida

La vision de vida y el subconsciente, por Cristina Sanchez Vega

02:11 PM, 23/9/2011
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Uno de los aspectos más fascinantes de las personas con alto nivel de dominio personal es su aptitud para realizar tareas extraordinarias complejas con gracia y facilidad. A través del subconsciente, todos nosotros afrontamos la complejidad. Lo que distingue a los individuos con mayor nivel de dominio personal es que ha desarrollado un nivel más elevado de comunicación entre la conciencia normal y el subconsciente. Ellos enfocan como disciplina aquello que la mayoría damos por sentado y explotamos al azar.

En la práctica del dominio personal está implícita otra dimensión de la mente, el subconsciente, explica Cristina Sanchez Vega. Llamamos “subconsciente” a esta dimensión de la mente porque opera “debajo” o “detrás” del nivel de la conciencia. Otros lo denominan “inconsciente” o “mente automática”.  Sea cual fuere el nombre, sin esta dimensión de la mente sería imposible explicar cómo los seres humanos logran dominar una tarea compleja. Por lo pronto, podemos decir con certeza que estas tareas no se realizan únicamente a través de nuestra conciencia normal. Igualmente importante, el subconsciente es crítico para el aprendizaje. A través del coaching se trabaja activamente en ello.

Tóquese la coronilla. Bien, ¿cómo lo hizo? Para la mayoría de nosotros, la respuesta es parecida a ésta: “Bien, pensé en mi mano sobre mi cabeza... o me formé una imagen mental de mi mano sobre la coronilla... y voilá, ahí estaba”. Pero en un nivel neurofisiológico, llevarse las manos a la coronilla es una tarea extraordinariamente compleja, que involucra cientos de miles de activadores neurales mientras las señales realizan un viaje de ida y vuelta entre el cerebro y el brazo.

El bebé no se mete la cuchara en la boca la primera vez: se la lleva al hombro izquierdo, al hombro derecho, a la mejilla. En un momento de la vida éramos incapaces de realizar “tareas” mundanas como caminar, hablar y comer. Tuvimos que aprenderlas. Sólo gradualmente aprende a llevársela a la boca. Inicialmente, una tarea nueva requiere mucha atención y esfuerzo consciente.

Todos nos hemos maravillado ante el arte sobrecogedoramente bello del patinador de hielo o la prima ballerina. Sabemos que han desarrollado su destreza en años de adiestramiento diligente, pero la capacidad para ejecutar su arte con elegancia facilidad sigue siendo maravillosa, como su pleno autoconocimiento. Pero lo “extraordinario” está vinculado con aspectos de nuestra vida tan “ordinarios” que apenas reparamos en ellos. Nuestra vida está llena de un sinfín de tareas complejas que realizamos con competencia casi sin prestarles atención consciente.

Estas tareas se realizan atinadamente porque hay un aspecto de nuestra mente que está muy capacitado para abordar la complejidad. Caminar, hablar, comer, calzarse los zapatos y andar en bicicleta son tareas que realizamos casi sin atención consciente, y sin embargo son complejísimas. Ni hablar cuando se involucra nuestra visión de vida. A medida que “aprendemos” las habilidades que la tarea requiere, la actividad se desplaza gradualmente de la atención consciente al control subconsciente. Esta compleja actividad se coordina sin que seamos conscientes de ello. Asimismo, si tuviéramos que pensar cada detalle del caminar, estaríamos en grandes aprietos.


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El taller de autoconocimiento de Cristina Sanchez Vega continua

06:09 PM, 12/9/2011
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El proceso de aprendizaje del niño brinda una bella metáfora del desafío que todos enfrentamos; continuar expandiendo nuestra conciencia y comprensión, ver cada vez más la interdependencia entre los actos y nuestra realidad, ver cada vez más nuestra conexión con el mundo circundante. Quizá nunca captemos plenamente los modos múltiples en que influimos sobre la realidad. Pero basta con que estemos abiertos a esa posibilidad para liberar nuestro pensamiento, para relajar y disfrutar nuestro propio autoconocimiento.

Ian tiene seis semanas, aún no parece conocer sus manos y sus pies. Quiza es es consciente de ellas, pero obviamente no es consciente de que son suyos, o de que los controla. El otro día quedó apresado en un terrible rizo de realimentación reforzadora. Se había cogido la oreja con la mano izquierda. Eso obviamente lo agitaba, según se veía por su expresión dolorida y sus movimientos espasmódicos. Pero, a causa de su agitación, tiró con más fuerza. Esto aumentó su consternación, lo cual lo agitó más y lo indujo a tirar con más fuerza aún.  Ignorando que él controlaba su mano, percibía el origen de su incomodidad como una fuerza externa.

Al pensar en esto, Cristina Sanchez Vega desliza una dimensión olvidada del crecimiento personal consiste en “cerrar los rizos”, en descubrir continuamente que ciertas fuerzas aparentemente externas están interrelacionadas con nuestros propios actos. Pronto Ian reconocerá sus pies y sus manos y aprenderá que puede controlar sus movimientos. Luego descubrirá que puede controlar la posición del cuerpo; si está incómodo de espaldas, puede voltearse. Luego vendrán estados internos como la temperatura, y la advertencia de que se pueden modificar acercándose o alejándose de una fuente de calor como mamá o papá. Eventualmente vendrán mamá y papá, y la comprensión de que los actos y emociones de ambos están sometidos a la influencia de Ian.

En cada etapa de este progreso, habrá ajustes en sus imágenes internas de la realidad, las cuales cambiarán incorporando la realimentación de sus actos a las condiciones de su vida, construyendo lentamente su visión de vida. Pero, para la mayoría de nosotros, este proceso de cerrar los rizos de detiene tempranamente en la vida. Al aumentar nuestra edad, disminuyen nuestros descubrimientos; cada vez vemos menos eslabones nuevos entre nuestros actos y las fuerzas eternas. Nos atascamos en modos de mirar el mundo que, en lo fundamental, no son diferentes del de Ian.

La experiencia de conectividad creciente que describe Einstein es uno de los aspectos más sutiles del dominio personal, uno que deriva muy directamente de la perspectiva sistémica. Ese creciente “circulo de compasión” es otro, tratan de remarcar siempre los colaboradores del taller, Cristina Villanueva y Fernando Sanchez.

Einstein expresó el desafío del aprendizaje cuando dijo:

[el ser humano] se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como algo separado del resto, una especie de ilusión óptica de nuestra conciencia. Esta ilusión es como una cárcel que nos restringe a nuestros deseos personales y al afecto por pocas personas próximas a nosotros. Nuestra tarea debe consistir en liberarnos de esta cárcel ensanchando nuestro círculo de compasión, para abrazar a todas las criaturas vivientes y la totalidad de la naturaleza en su belleza.


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