SIDRYVE

EL RESENTIMIENTO: VENENO DE LA VIDA

{ 06:01 PM, 14/10/2009 } { Publicado en conductas humanas } { 0 comentarios } { Link }

Rencor, amargo y enraizado sentimiento que proviene de un sentimiento intenso de rabia que no se pudo asimilar y pide venganza como forma de descarga fantaseada.

Rencor proviene del latín rancor que significa querella, queja , demanda. De la misma raíz latina deriva rancidius, rencoroso. De múltiples situaciones vividas de humillación con intensos sentimientos de bronca, se puede generar en la persona lo que en psicología se llama resentimiento, las rebeliones sofocadas acumuladas en el tiempo crean un “ajuste de cuentas”, con la esperanza de la tan deseada y fantaseada venganza, que envenena la vida y que puede llegar a llevarse a cabo complicando aún más las cosas. Pero resulta que las personas resentidas justifican su venganza poniéndose en el lugar de víctimas como un privilegio que les habilitaría a hacerlo.

El sujeto resentido no puede dejar de recordar lo que le hicieron, no puede olvidar, vive inmerso en un pasado que ennegrece su presente y tiñe su futuro con historias de venganzas. Es decir que queda atrapado en un pasado que persiste, que no se ha podido asimilar e integrar al resto de la personalidad, quedando atrapado en la atemporalidad no pudiendo perdonar. Permanece atrincherado, detenido y entretenido en derredor de una temática torturante para sí mismo. Él (o ella) se convierte en su propia víctima, queda atrapado en su propia rabia que lo va dañando , lastimando por dentro pero siempre culpando a ese otro que una vez o varias, en el pasado, le generó tanto odio. Saldar cuentas sin dar descanso, por los agravios padecidos, pero esto implica pagar un alto precio: envenenarte la vida, amargarte, no dejarte ser y hacer. Destruir destruyéndote.

El resentimiento es como acelerar un coche atascado en el barro. Cuanto más se acelera más se hunde y menos se mueve. No cambia nada y todo lo embarra.

Las personas resentidas, dolidas, “víctimas” pero de su propio rencor, hacen uso de su resentimiento y terminan por hacer de la desgracia sufrida un culto de su vida. El rencor acumulado y atrincherado es un callejón sin salida, uno se pasea dentro de él pero sin salida, se está detenido, aunque uno siente que se mueve es siempre dentro del mismo callejón. Se pierde la capacidad de evaluar las cosas desde otro lugar y no hay paso del tiempo, se quedan atrapados en el pasado el cual se sigue viviendo como presente, quedando inmovilizados.

 

 

 



EL CHÉ GUEVARA: UN ÍDOLO DE BARRO

{ 05:03 PM, 14/10/2009 } { Publicado en reseña } { 0 comentarios } { Link }

POR SIBYLLA                 

Muchos años después de su fusilamiento, el Che habría de convertirse en una marca. En un símbolo de la rebeldía juvenil y de la resistencia contracultural que —paradójicamente— ha servido para acrecentar el consumismo capitalista. Tal como había ocurrido con las prendas de los hippies, la imagen del Che se convirtió en una mercancía exitosa, en una pose contracultural, en un disfraz para la rumba. Cuarenta años después de su muerte en la selva boliviana, el Che adorna el hombro de Maradona y el abdomen de Mike Tyson: dos de los consumidores más desaforados de la historia, dos niños mimados del capitalismo que usan tatuajes del Che para su rumba eterna.

Álvaro Vargas Llosa relata algunos de los asesinatos cometidos por el Che. En la Sierra Maestra, mató a un compañero por la simple sospecha de traición: “Acabé con el problema dándole un tiro con una pistola de calibre 32 en la sien derecha… sus pertenencias pasaron a mi poder”. En 1959, después del triunfo de la revolución, el Che presidió los juicios sumarios en la prisión cubana de La Cabaña. “Mi función era de instructor —contó uno de los testigos—… (debía) legalizar profesionalmente la causa y pasarla al ministerio fiscal sin juicio alguno. Se fusilaba de lunes a viernes. Las ejecuciones se llevaban a cabo en la madrugada, poco después de dictar sentencia y de declarar inconveniente la apelación”.

Cuarenta años después de la muerte del Che, algunos jóvenes europeos todavía visitan tanto Cuba como a Bolivia, en plan de turismo revolucionario. “Aquí estuvo muy divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros matices que cortaron la monotonía en que vivía”, le escribió el Che a su madre en 1954. El aniversario de la muerte de Ernesto “Che” Guevara debería servir, al menos, para llamar la atención sobre los extravíos violentos de algunos sectores políticos. Sobre los crímenes atroces de quienes se toman en serio su legado, de quienes, a diferencia de Tyson y Maradona, usan su figura o sus prendas no para rumbear sino para matar.

         



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