LEER E IMAGINAR PARA QUERER A VENEZUELA | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
LEYENDA URBANA DEL ESTADO CARABOBO
{ 05:01 PM, 19/9/2009 }
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LEYENDA DE EL RELOJ DE GÜIGÜE
En la Plaza Ávila de la población de Güigüe, perteneciente al municipio Carlos Arvelo en el Edo. Carabobo se encuentra un antiguo reloj, genuino y auténtico monumento, como los relojes públicos de Caracas, traídos durante los gobiernos del General Antonio Guzmán Blanco y Joaquín Crespo. Este reloj es multifuncional, además de dar la hora, también tiene un termómetro, un barómetro y una artística veleta en la parte superior. Este reloj de Güigüe era utilizado para medir el tiempo a las personas que recogían café de la producción sureña de Copetón, Santa Efigenia, Altamira y las Palmas. Muchos lugares aseguran que este reloj fue testigo de las vivencias de Don Antonio Pimentel y el General Juan Vicente Gómez, durante sus estadía en la Hacienda el Trompillo, una de sus tantas propiedades; al morir el General Gómez, el reloj fue trasladado a la plaza Ávila de Güigüe totalmente descompuesto, allí fue reparado y marcaba las horas parroquiales del pueblo; hay quienes dicen que la persona que lo reparó murió a los pocos días, luego un hombre de origen italiano de nombre Salvador Consoli, fue operario de dicho reloj y cuando abandonó este oficio y se marchó para su tierra natal, a los pocos días dejó de existir. Después un señor de nombre Andrés Mijares, a quien llamaban “Chipia” murió luego de reparar el reloj. El casó más reciente de los operarios del reloj fue el conocido maestro de esa localidad, Juan Lorenzo, quien se atrevió a poner a funcionar el reloj y al poco tiempo murió en Valencia. Desde entonces se corrió la leyenda en toda la región central de Venezuela, de que quien repare “El Reloj de Güigüe”, que prepare el testamento porque le quedan pocas horas de vida. SABÍAS QUE…
SERÍA INTERESANTE…
LEYENDA DE LOS INDIOS CAQUETÍOS
{ 07:08 PM, 15/9/2009 }
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MANAURE Y LOS MÉDANOS DE CORO
Es una historia conocida en el estado Falcón, que en la noche se pueden escuchar lamentos en los médanos de Coro. De acuerdo con la tradición popular, los mismos no son más que los espíritus de los indios caquetíos del cacique Manaure, los cuales vagan sin descanso en los brazos del viento, después haber sido traicionados y martirizados por los conquistadores españoles. Manaure, era el jefe político, militar y religioso de la gran nación caquetía. De acuerdo con la leyenda, su poder mágico era tal que le obedecían los truenos, los rayos y la lluvia. Asimismo, a él se sometían y pagaban tributo los otros caciques y jefes menores. Su juicio era inapelable y su rango tan excelso y solemne que viajaba transportado por sus servidores en una hamaca, ya que sus pies nunca debían tocar el suelo. No obstante, el gran poder con el que contaba Manaure, gobernaba con extraordinaria bondad y justicia a su pueblo. Cuando llegaron los conquistadores españoles, Manaure quiso evitar que su nación caquetía fuera esclavizada y destruida. Para esto buscó la protección de Juan de Ampíes, un conquistador bondadoso y noble, que acababa de fundar la ciudad de Santa Ana de Coro en 1527. El resultado fue que Manaure y Ampíes se hicieron amigos y pactaron la paz, con el objeto de que sobre las tierras de Coro, germinara una nueva raza procedente de la mezcla de la sangre indígena y europea. No obstante, la ilusión de hermandad que pretendían Ampíes y Manaure no duró mucho, ya que, en los años iniciales de la conquista de América por parte de la corona española, el Rey Carlos I, ante las enormes deudas que había contraído con los Belzares, banqueros alemanes, decidió cederles la administración y conquista de la recién fundada Provincia de Venezuela. Con la llegada de las nuevas autoridades, Ampíes tuvo que retirarse a la isla de Curazao. Lo primero que hicieron los alemanes al llegar a territorio venezolano, fue desconocer el pacto de hermandad entre Ampíes y Manaure, comenzando a apresar y esclavizar a los indígenas. La reacción de Manaure fue la de retirarse a las montañas, mientras los caquetíos se dispersaban mezclándose según la leyenda con el alma de los médanos que vagan sin rumbo, quejándose hasta el día de hoy en los labios del viento que empuja las arenas.
SABÍAS QUE…
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