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¿NEGOCIOS? ESO ES BASTANTE SENCILLO. ES EL DINERO DE LOS DEMÁS

{ 05:15 PM, 15/10/2009 } { Publicado en economía } { 0 comentarios } { Link }

POR SIBYLLA

 

En un intento de explicar los laberintos de la crisis que sacude los mercados financieros de Estados Unidos, el diario estadounidense The New York Times publicó  una nota de David Leonhardt que muy bien podría titularse La crisis de los subprime para inexpertos. Este es un resumen de su explicación:


Todo empezó en 1998, el año en que Wall Street popularizó una innovación financiera que terminó con el monopolio de los bancos en la concesión de préstamos hipotecarios para adquirir propiedades inmobiliarias. La innovación consistía en abrir el juego a todo tipo de inversores externos que, a través de la Bolsa, financiaban con su dinero nuevos préstamos hipotecarios.

 


Como dice Leonhardt, "el de las hipotecas dejó de ser un negocio local, centrado en torno a los bancos, para convertirse en uno global, en el que los inversores de casi cualquier parte juntaban el dinero para prestar".

Con la llegada de competidores al que hasta entonces había sido coto de caza de los bancos, la primera consecuencia fue el abaratamiento de las comisiones y otros gastos. La segunda, que estos nuevos inversores buscaran mejores rendimientos para su dinero. Había llegado el momento de las hipotecas subprime, solicitadas por clientes cuyo nivel de ingresos los hacía demasiado riesgosos como para obtener un crédito tradicional.



El problema vino, como siempre, con la valoración de ese riesgo. Normalmente los inversores saben exactamente cuánta dinamita tienen entre las manos y se manejan con cuidado. Pero en el caso de las propiedades inmobiliarias, la apreciación de este riesgo estaba distorsionada por la creencia de que "los precios de las casas nunca habían bajado antes".

Los inversores cometieron el humano error de predecir el futuro escuchando solo esa parte de la canción y olvidando la que dice que "cuando los precios suben demasiado, están destinados a caer".

Para el inversor que vive en la creencia de que las casas de sus deudores sólo pueden encarecerse, el peor escenario no parece tan terrible: si mi deudor se declara en default, que se venda la casa y recupero el dinero. Por eso y porque, gracias a Alan Greenspan, las tasas estaban bajísimas desde el boom de las puntocom, decidieron maximizar el rendimiento de sus inversiones financiándolas con deuda en vez de con recursos propios:



"Se hacían apuestas de 100 millones de dólares con 1 millón en recursos propios y 99 en deuda. Si el valor de la inversión crecía hasta 101 millones, el inversor había doblado el dinero que puso de su bolsillo", dice Leonhardt.

Si todo va bien (los precios de las casas siguen subiendo), el efecto multiplicador de rendimientos que permite la compra financiada con deuda parece magia. El problema ocurre cuando empieza a ir mal (los compradores de casas se declaran en default en un escenario de caída de precios inmobiliarios). Entonces el efecto multiplicador es el infierno: basta que esa inversión de 100 millones pierda un 1% y se convierta en 99 millones para que eso implique una pérdida del 100% de lo que puso el inversor de su bolsillo.

La creencia extendida de que el mercado inmobiliario estadounidense era una apuesta segura llevó a una gran parte del sistema financiero global a meterse en él.

En el verano boreal de 2007, todavía se pensaba que la debacle no se extendería hasta bancos tradicionales como el Citibank, que habían vendido sus hipotecas a otros inversores. Pero después se descubrió que estos bancos también se habían embarrado vendiendo complejas pólizas vinculadas al pago de los préstamos hipotecarios.


En los Estados Unidos, las llamadas “prestamistas subprime” están diseñadas para compradores de propiedades inmobiliarias con una mala historia de crédito (una especie de campana de leproso dentro del sistema financiero estadounidense) o para aquellos que no pueden pagar una inicial o hacer algún tipo de depósito. Se dedican, pues, a financiar a los clientes más riesgosos y, por supuesto, a pesar del nombre “subprime”, las tasas que cobran son más altas. En lo que va del año, más de veinte de estas compañías han quebrado, dentro de las cuales se encuentra New Century, una de las más importantes en los Estados Unidos. Cabe señalar que, en el año 2006, el mercado subprime representaba un mercado de más de 600 mil millones de dólares: alrededor del 20% de todo el mercado hipotecario.

 

Los créditos hipotecarios de mala calidad se originaron en la competencia interbancaria para dominar el mercado estadounidense. En esa lucha los bancos recurrieron a colocar créditos hipotecarios irresponsables, sin análisis de historial crediticio, sin comprobación de ingresos, sin avales, etcétera. Pero lo esencial es que esas prácticas fueron utilizadas en 60 por ciento del total de los créditos hipotecarios en Estados Unidos en los dos últimos años. De ahí que el colapso del mercado hipotecario sea generalizado. Y los efectos en el mercado hipotecario no residencial (centros comerciales, oficinas) ya se están haciendo sentir. El problema se agrava porque las mismas prácticas irresponsables se extendieron a los créditos al consumo: tarjetas de crédito, financiamiento de compras de automóviles y hasta créditos de colegiaturas universitarias.

 

Pero quizás la conexión más importante con el sistema financiero se encuentra en las prácticas de las aseguradoras llamadas monolínea y en la bursatilización de los títulos hipotecarios. Por su calificación triple A en el mercado, las aseguradoras monolínea prestan una garantía para los emisores de bonos a cambio de una prima. Ese mecanismo reduce el costo del financiamiento para el emisor, mientras el adquirente de los bonos siente que tiene un respaldo de primera calidad.

Estas aseguradoras sufrieron pérdidas colosales al trabajar con paquetes bursatilizados respaldados (o contaminados) por hipotecas de mala calidad. Por eso, dos de ellas han perdido su calificación triple A, con graves repercusiones sobre todo el sistema financiero, afectando bonos corporativos y de gobiernos municipales en todo el territorio estadunidense, aunque no estuvieran relacionados en primera instancia con el mercado hipotecario. Varias aseguradoras monolínea están al borde de la insolvencia, lo que arrastraría al sistema financiero estadunidense a la catástrofe.

 

Las aseguradoras monolínea y las operaciones de bursatilización de paquetes de créditos fueron consideradas innovaciones para distribuir y reducir el riesgo. Pero fueron  el vehículo de una metástasis que amenaza aún a  todos los componentes del sistema financiero. La calificación a la baja de las monolíneas obligará a los bancos a incorporar en sus estados financieros el deterioro de numerosos instrumentos, lo que reducirá más el crédito para toda la economía.

 

En síntesis, los mecanismos supuestamente diseñados para reducir el riesgo de una crisis sistémica son precisamente los que hoy constituyen la peor amenaza para la integridad del sistema financiero, bancario y no bancario. Después de la tormenta, cuando el polvo se asiente, veremos que la economía y el sistema financiero globales habrán sufrido transformaciones profundas. Y la secuela pavorosa de quiebras, desempleo y desigualdad marcará el adiós definitivo a la retórica feliz sobre las virtudes de la globalización.

 

 


Con los precios de las propiedades inmobiliarias en baja y la crisis desatada, el problema ahora es de confianza. La reputación de fondos y bancos de inversión depende principalmente de que el resto perciba que tiene activos detrás de sus inversiones y no solo deuda. De ahí que en estas épocas turbulentas acumulen caja y se muestren menos proclives a prestar su dinero, hasta que sepan cuán expuestos están a la crisis.

"Cualquier institución que parezca tener una cartera de alto riesgo, aunque tenga suficientes activos para sostenerla, se enfrenta a la doble dificultad de inversores que quieren recuperar su dinero y de prestamistas que les cierran la puerta en la cara (...) El conservadurismo ha ido tan lejos que está afectando a muchos tomadores de préstamos que sí son fiables lo que, a su vez, daña a toda la economía y agrava los miedos de Wall Street", termina Leonhardt.


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