PROHIBIDO OLVIDAR

POR SIBYLLA


Es evidente que en los últimos años la sociedad española se ha sensibilizado por la situación de las víctimas de la represión franquista, lo que ha dado lugar al surgimiento de numerosas asociaciones relacionadas con estos hechos.

A pesar de los años transcurridos, cualquiera que se acerca a esta cuestión se encuentra con la dejación por parte del Estado de la cuestión de las víctimas, de la memoria y de los derechos humanos.

Y es precisamente desde el discurso de derechos humanos desde donde se puede hacer frente a la situación concreta y exigir al Estado la justicia necesaria para poner fin a la situación de desmemoria, dejación e impunidad a que se ha reducido esta cuestión de forma, muchas veces, intencionada.

El derecho a saber el destino final de lo ocurrido a las víctimas de la represión en España, no consiste solamente en el derecho individual que toda víctima, o sus parientes o amigos, tiene a saber qué pasó en tanto que derecho a la verdad. El derecho de saber es también un derecho colectivo que tiene su origen en la historia, para evitar que en el futuro las violaciones se reproduzcan.

Como contrapartida, al Estado le incumbe, el "deber de recordar", a fin de protegerse contra esas tergiversaciones de la historia que llevan por nombre revisionismo y negacionismo; en efecto, el conocimiento por un pueblo de la historia de su opresión forma parte de su patrimonio y debe por ello conservarse.

En un momento en que los modelos de impunidad impuestos en otros países, como Argentina y Chile, han visto caer su legitimidad y su legalidad, creemos que es oportuno que el Estado Español, en parte responsable de dichos modelos, asuma su propia problemática, la problemática de lo que denominamos el "modelo español de impunidad", y ponga fin al mismo en forma democrática y con el respeto que todas las víctimas se merecen, pero teniendo muy claro que la finalidad es consolidar las libertades civiles y los derechos humanos.

No es posible que un estado de derecho permanezca silencioso y sus representantes minimicen la situación de los represaliados, encarcelados, asesinados, desaparecidos, así como la de los que pasaron por el sistema de campos de concentración franquistas, nacionalsocialistas o murieron en los campos de internamiento franceses, y también la de quienes sufrieron exilio y extrañamiento.
 
Tampoco es posible que los familiares de las víctimas que han visto pasar los años de democracia en silencio y humillación, vean que se les va la vida entre las manos sin conocer el destino final de los que sufrieron los actos planificados de exterminio y que no puedan, aún con los datos históricos en la mano, proceder a la recuperación de sus restos en forma legal, legítima y con los honores que les corresponden, llegando al absurdo jurídico de jueces que se niegan a proceder de conformidad con las normas legales vigentes y que, muchas veces, ni siquiera haya un letrado dispuesto a asistirles.

De la misma manera, es necesario que se adopten las medidas oportunas en los campos legislativo y jurídico para poner fin al despropósito que significa el que se hayan podido alterar las causas de las muertes en los libros de los registros civiles. Esta práctica ha tenido la finalidad de ocultar a los familiares qué es lo que realmente ocurrió en las zonas campesinas donde se exterminó y se saqueó a la población civil, mediante burdos procedimientos legales instrumentados para quedarse con sus bienes y humillar a los sobrevivientes, reduciéndolos mediante el hambre y la pobreza.

También es necesario abordar, con justicia y verdad, la cuestión de quienes, siendo niños, fueron trasladados fuera de España para protegerles del avance del régimen fascista, de quienes fueron entregados en adopción separándolos de sus familias y a quienes les fue ocultado el cambio de sus nombres y apellidos, modificados en aras del salvacionismo político-religioso.

Igualmente, es necesario adoptar las medidas necesarias para que las fosas de enterramiento de las tropas regulares de los ejércitos sean recuperadas en las condiciones previstas por las normas internacionales, o aquéllas que la propia sociedad española pueda darse, y ello con vistas a regularizar la memoria de lo realmente ocurrido.
Es necesario que se entienda que la justicia es lo contrario de la venganza. Es necesario que no se equipare, en un discurso perverso, el concepto de justicia al de venganza, pues ello posibilita que se considere al olvido como una de las bases del estado social de derecho. Ninguna sociedad puede sobrevivir al desconocimiento de su propia historia, por horrible que ésta sea.
LA REALIDAD DE LAS LLAMADAS “TERAPIAS REPARATIVAS” EN ESTADOS UNIDOS

POR DRYA

Uno de los primeros problemas que existe en el proceso de investigación de este tema, es el de las definiciones básicas. ¿Que significa por ejemplo ser gay, lesbiana o bisexual? Como indica mi propio texto sobre Sexualidad Humana existen tres formas diferentes de contestar esta pregunta. La primera se basa en la Identidad (o auto concepto). ¿La persona se autodenomina gay, lesbiana o bisexual? La segunda forma se basa en la conducta o comportamiento sexual. ¿Tiene la persona relaciones sexuales con otros de su mismo género? La tercera se fundamenta en la orientación. ¿La atracción sexual inmediata y las experiencias románticas amorosas de la persona se concentran en miembros del mismo género? La mayoría de los psicólogos y la mayoría de los gays, lesbianas y bisexuales creen que la orientación es la definición más apropiada para la investigación psicológica precisamente porque la identidad tanto como la conducta son más vulnerables a la influencia de las presiones externas.
Sin embargo muchos de los que abogan por las terapias de reorientación enfocan principalmente sus pretensiones de éxito en el cambio de la conducta del paciente. Tal es el ejemplo del reciente artículo de Schaeffer y colegas titulado “Cambios en la Orientación Sexual Motivados por la Religión” el cual a pesar de su título define los cambios en términos de conducta sosteniendo que el 60% de los hombres y el 70% de las mujeres seleccionadas para la muestra de la investigación –patrocinada por Éxodo Internacional- “cambió su orientación” simplemente porque durante el último año no tuvo relaciones sexuales con personas de su mismo género.

Otros trabajos en terapia de reorientación definen su éxito de “curación” de la homosexualidad en el hecho de que las personas tratadas contrajeron matrimonio con personas del sexo opuesto y tuvieron hijos. A propósito, es interesante notar que aquellas personas que están a favor de la terapia de reorientación hacen referencia al trabajo de Schaeffer sin mencionar que los miembros de Exodo que han sido clientes individuales de esta clase de terapias no logran superar el año de abstinencia homosexual.

Entonces ¿qué se entiende por terapias reparativas o de reorientación? La mayoría de ellas están basadas en teorías que derivan del psicoanálisis que fueron desarrolladas en la década de 1960 por Irving Biever. Desde ese entonces han sido sostenidas por muchos entre los cuales se destacan Charles Socarides y Joseph Nicolosi . Estas teorías (que casi enteramente se concentran en los hombres dejando muy poco lugar para el lesbianismo) postulan que la homosexualidad se origina como resultado de una madre dominante y un padre débil o ausente que impide que su hijo se identifique con él a efectos de desarrollar una identidad heterosexual. Con el tiempo estas teorías se han ido modificando ligeramente disminuyendo un poco la responsabilidad materna y enfatizando la deficiencia en rol paterno, poniendo mayor fuerza en la idea de que los varones gays y las lesbianas no se sienten confortables con sus respectivas identidades masculinas y femeninas.

Como consecuencia sienten la necesidad de apoyo y compañía por parte de personas de su mismo sexo debido a que en el período de la infancia no pudieron afirmar el rol correspondiente a su género y como resultado confunden necesidad de afirmación con atracción sexual. Con el transcurso de los años las terapias basadas en estas teorías han ido pasando del clásico examen psicoanalítico del período de la niñez a una forma de terapia más cognitiva donde la atracción sexual o romántica hacia personas del mismo género se explica argumentando que tal atracción no es sexual sino un deseo enmascarado de amistad o afirmación que se produce cuando las personas se sienten hambrientas, solas, resentidas, o cansadas.

¿Pero esto en realidad funciona? Desde Irving Biever en adelante, varios terapeutas en reorientación han reclamado disponer de información que dice que sí, pero sus investigaciones son deficientes por varias razones. Usualmente dependen de la información que el propio terapeuta obtiene de su cliente, quien con frecuencia trata de complacerlo, en lugar de documentación proveniente de investigadores independientes. Casi nunca incluyen evaluaciones independientes de la orientación sexual de los clientes antes de iniciar la terapia que dependen de los recuerdos retrospectivos ni consideran la posibilidad de una condición bisexual previa. Existe poco seguimiento para comprobar si el cambio es duradero mientras que el cambio en la identidad o en el comportamiento con frecuencia se asume como equivalente a cambio en la orientación sexual.

El estudio de esta clase que más ha sido publicitado en los últimos tiempos fue realizado por Robert Spitzer, quien lo presentó a la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) en mayo del 2001. En el mismo reclama que después de entrevistar telefónicamente 143 hombres y 57 mujeres durante 45 minutos cada uno, el 66% de los hombres y el 44% de las mujeres manifestaron haber logrado un “buen funcionamiento heterosexual”.

Los problemas con este trabajo incluyen por ejemplo el hecho de que la mayoría de los entrevistados eran activistas en movimientos pro-terapias de conversión; 60% de ellos reportaron ser ligeramente bisexuales antes de comenzar el tratamiento. Tampoco existieron posteriores seguimientos ni chequeos de exactitud. Mientras que este estudio fue ampliamente publicitado en los medios (norteamericanos) otro trabajo de investigación conducido por Ariel Shidlo y Michael Schroeder el cual fue también presentado en la misma convención pasó inadvertido y aunque tuvo similar cantidad de participantes produjo resultados muy diferentes.

Los entrevistados en este caso fueron recolectados a través de publicidad en medios gays y a través de solicitudes enviadas a terapeutas reparativos. Las entrevistas tuvieron una duración de 90 minutos y la mayoría de los que manifestaron experimentar un cambio pasaron por posteriores entrevistas de seguimiento. Solamente ocho de los 202 entrevistados manifestaron haber tenido una completa reorientación, siete de esos ocho trabajaban como consejeros en organizaciones que aplican terapias reparativas (cuatro pagados y tres voluntarios).

Obviamente tales consejeros estarán sumamente motivados para convencerse a sí mismos tanto como a otros de que el cambio es una posibilidad real. Deberá notarse que 176 de los entrevistados por Shidlo y Schroeder que reportaron no experimentar ningún cambio manifestaron que en los primeros tiempos de la terapia hubieran reconocido que habían cambiado; algunos meses o años después se percataron de que en realidad se habían estado engañando a sí mismos y que no se había producido ningún cambio real en su orientación sexual.

Otro estudio realizado por Lee Beckstead que aparece en el libro Terapia de Conversión Sexual es aún más evidente que el de Shidlo y Schroeder. Beckstead entrevistó a 50 miembros de la Iglesia de los mormones en UTAH que habían pasado por terapia de conversión, 30 de los cuales manifestaron haber fracasado mientras que los restantes 20 reclamaron haber cambiado su orientación sexual. En verdad los gays y lesbianas mormones tienen una mayor motivación para cambiar que los fundamentalistas evangélicos y protestantes y los católicos. Aún la más estricta teología evangélica acepta normalmente que el homosexual célibe arrepentido puede ser salvado y que una vez que entramos al cielo todos somos iguales. En la teología de los mormones no todos son iguales en el cielo. Solamente los padres heterosexualmente casados recibirán “dicha infinita” y “exaltación hacia la divinidad”. Luego no me sorprende que Beckstead encontrara 20 mormones de 50 que dijeron haber cambiado de la homosexualidad a la heterosexualidad.

La información recavada por Beckstead fue mucho más extensa que la de Shidlo y Shroeder. Beckstead tuvo entrevistas individuales, diarios personales y grupos de discusión. Esas 20 personas pasaron por una suerte de procesos de reformulación cognitiva propios de las terapias reparativas donde se les enseñó a identificar las atracciones homosexuales como necesidades no sexuales. Muchos reportaron una mejor auto aceptación, sentirse más en paz y más contentos. No obstante Beckstead destaca el siguiente comentario en letra itálica:”No se reportó un substancial ni generalizado despertar heterosexual; los participantes no pudieron conseguir modificar su tendencia a ser atraídos por los de su mismo sexo. Aún así, estos participantes continuaron identificándose como heterosexuales”.
No creo que dispongamos de una mejor lectura de lo que hace la terapia reparativa: ésta cambia las interpretaciones cognitivas de la persona, su identificación y su conducta pero no su orientación sexual.
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