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Poemas de Osvaldo Guevara

06:15 PM, 29/1/2009 .. Publicado en Poemas .. 1 comentarios .. Link

POEMAS DE OSVALDO GUEVARA[1]

Sin pena en la palabra

Aunque me curve el desaliento

como un alud de piedras negras

no se lo cuento a mis palabras.

Escribir triste

es seguir derramando un vino amargo

sobre el mantel del mundo

ya mortalmente percudido.

 

Pero tal vez

ciertas almas piadosas que me leen

vengan a investigar mis lagrimales

y acaben demostrándome que mis palabras

no sobrevuelan tan livianamente

las aguas del naufragio

como quiero creer.

 

Poetas

            “…un sujeto en el que lo humano tiene tiempos de cambio muy diferentes al de los organismos artificiales.

Me escriben cartas fraternales

sobre mis libros.

Cuando nos encontramos

su mano brilla en mi hombro como una charretera.

 

Pero

“es demasiado humano”

cuchichean

olímpicos.

 

El poeta y el hombre

en mí caminan con el mismo paso.

 

(Plumajes altaneros

no garantizan vuelos altos.)

 

Poesía Eres Tú

Esos poetas

que parecieran ser los únicos

en saber

a ciencia cierta

o ciencia infusa

qué es la poesía

 

y hablan de ella

parados

en el último eslabón de las gradas

que conducen al templo.

 

Esos poetas…

 

Yo no sé lo que es la poesía.

 

Tal vez

mi poesía sí

 

y no sepa decírmelo.

 

Caídas

Caen

las hojas del otoño

caen.

 

Son las primeras

pero usan ya la vejez

de las últimas.

 

Tienen de mí

el temblor friolento

la sensación de finitud

el peso

junto al ansia

de subir.

 

Se parecen a esas cartas de amor

que sólo releerá el olvido.

 

Están las que retardan

la consumación

de su caída:

 

aguardan entre las ramas

con mareos

de alambristas escuálidas.

 

Viajan sobre los automóviles

inciertas como guantes

que han perdido sus manos.

 

Cómo evitar

que algo de tanto otoño caiga

en mis aguas inmóviles.

 

Barridas

                        Pulvis et umbra sumus

                                               Horacio

Encorvándose aun más

barre su vereda.

La escoba es en sus manos

una llama seca.

 

Sin contemplar la tarde

barre la tierra.

 

Espanta al perro impávido

que alza una pata aviesa

junto al árbol gris

que sueña acaso otras veredas.

 

Derrumbándose el crepúsculo

convierte al polvo de la calle en niebla.

 

Un carro oscurecido

cruje en sus ruedas.

 

El adulto mayor

barre su propia sombra

barre la luz que queda.

 

Tal vez piense que pronto no podrá

espantarse la tierra.

 

Migas

Desmigajando

un pan

alimento a mis visitantes

ingrávidos y ávidos.

 

Blandamente

el sol

picotea mi sombra

aletea en mis manos.

 

Estarme

así

toda la vida

resguardado por árboles y pájaros…

 

Músicas

Era el cuervo de Poe

inmóvil en el alba

a contraluz

sobre la rama más aguda

del árbol otoñal

ya sin hojas

finísimo.

 

Una agorera oscuridad

amedrentando los azules trémulos

era el pájaro.

 

Hasta que su canción

lo volvió la transparencia

manantial diamantino.

 

Y se alumbró de músicas el día

meciéndose al unísono

la sangre

con el latir del sol

el respirar del aire

los números del trino.

 

Nosotros

Ella y yo

ciertos días:

dos enfermos con sed

sobre la sal del mar

en el fondo de un bote a la deriva.

 

Superficies

El aroma a café con que renazco

cuando saltan las gotas de los trinos.

 

El abejeo del amanecer

entre cortinas y pocillos.

 

El damasco estallándome en el patio

desde el árbol copioso del vecino.

 

El cura -¿sin sotana?- por el barrio

(su bocinazo esquivo).

 

Quizá una bicicleta meciéndose en la senda

que desteje los yuyos del baldío.

 

El sobre aún por rasgar del poeta de Córdoba

merodeador de copas y corpiños.

 

El rumor de tu pelo por la casa

entrando en mí como un rocío.

 

La hoja yerma invocando

la catártica lluvia de los tipos.

 

Y tantas otras cosas

que hacen del alma un puro instinto.

 

Vivir sin penetrar las superficies:

qué profundo ejercicio.

 

Picaflor

Indeciso entre pájaro y destello,

aureola de la flor, burbuja errante,

danzarina girándula flotante,

remolino colgante de un cabello.

 

Aire en fino tropel, tierno atropello,

parpadear del silencio palpitante,

trompo casi en la mano, y tan distante,

musitar de minúsculo resuello.

 

Verlo en el patio de la casa quieta

es ahondar la tarde en un suspiro

sintiendo cómo el cuerpo me sujeta;

 

es anhelar un salto, un vuelo, un giro,

con la zozobra de un anacoreta

cautivo del deseo en su retiro.



[1] Los poemas aquí seleccionados pertenecen al último libro de Osvaldo Guevara: Sin pena en la palabra, Código Gráfico, Villa Dolores, Córdoba, Argentina, 2007


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Comentario sin título

08:54 PM, 14/6/2009 .. Publicado por Mary
Muchas gracias, Josépablo, por "colgar" aquí los poemas de Guevara, que antes no había podido leer... Son de una belleza sabia y puntual. Hasta pronto.

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