Rocamora: un poema de Alejo Carbonell
Rocamora
cuando hela sobre barro, llueve
Vaca Bevacqua
El cementerio es la tranquera
y ahora que lo dejamos atrás
vemos como se despereza
lo que queda dentro de la comarca
- la ventanilla empapada
la cortina bordó
como nosotros
más oscura por dentro-
la calle ancha anaranjada
por el sol tocando la fronda todavía.
En la terminal no hay remises
y lo sabía antes
de abandonar el estribo
ahora que vivo en una ciudad
que la lluvia no cubre completamente
puedo jactarme
de conocer estas verdades inservibles
rocamora
una palabra compuesta
que a mitad de recorrido se hace peatonal
derecho nomás
hasta ver el puerto
en un rato abren los negocios.
Una mujer sacude palmeras
y recoge el yatay que se desprende
tiene dos perros
una pollera de jean larga
y ojos europeos
que escrutan con vergüenza
a la derecha el banco:
no parece
pero siempre estuvo ahí.
Los ochenta transcurrieron en tres bares
lo morend y lo filipini
sobre rocamora
y el bandera verde
que no necesitaba dirección
en este boliche se comía de parado
al lado de la parrilla
el camboyano recibió una mano
que le llenó de lechuga la oreja
y se suspendió la pelea
el bocha le sacaba las tiras verdes con un trapo:
“perdoná loco, tenía tanto hambre que no solté el sanguche”
al lado está el pelotero
pero antes en este terreno
había canchas de paddle
y antes
vivió lópez jordán.
En urquiza y rocamora
- veníamos por rocamora, pero
se nombra primero a urquiza
no por chauvinismo, sino por elegancia-
de impecable blanco frigorífico
ríos lee el diario
con sus gruesos lentes
y sus gruesos bigotes
a mitad de cuadra
pintaron un mural
con la cara del chilo zaragoza
y es justo exigirles
que a partir de ahora
esta historia
que baja una línea
cada cuatro o cinco palabras
sea leída
con ese fondo de pantalla
pudiendo omitir
si lo desean
el nombre del diario
que está hojeando nuestro héroe.
Cruza una señora
con un paquete bajo el brazo
a los siete años estuvo toda una tarde
subida a un árbol del chaco
con un jabalí paciente debajo
nerviosa a los nueve
en la estación de trenes de santa fe
esperaba a su tía con un tapado rosa
para que la reconociera
a los diez se subía a un banquito
en la heladería
para llegar hasta los tachos
y lavarlos
a los veinticinco con un palo
enfrentó a los tacuara
en la calle y golpeó a un hombre
el hombre era su padre.
Ella es mi madre.
Mi madre es un libro
mi padre es un libro
juntos son un almuerzo
o las vacaciones en tanti.
Pasa una bicicleta
rumbo a los barrios del balneario
la cámara seguirá su recorrido
primero con un plano de las ojotas celestes
- muy pocos logran un movimiento
circular
perfecto al pedalear
sin producir un accidente, leve,
cuando el tobillo
arriba
se esfuerza-
y el dobladillo del jogging
el ruido no viene de la cadena
sino de una tira de plástico
que toca los rayos:
un cencerro de mi ju
acompañando al baqueano.
Luego, en una toma en movimiento hacia atrás
los cabellos teñidos
la bolsa de los mandados
con la cuchara nueva
para que el albañil de la casa
termine la pieza
donde irá el piano
hace cien años que la familia canta
antes
frotando la mugre contra las piedras del río
canta el albañil y canta
la peluquera
y la casa se modifica
todo el tiempo.
En la esquina de la plaza
hay un pingüino despintado de lata
invitando a tomar helados
y sólo la sorpresa
lo hace atractivo.
Otra vez
urquiza y rocamora
ríos ya se fue al mercado
queda la serpiente roja
alcanzada a medias por el sol
- paraavalanchas guardaganado -
sin bicicletas todavía.
No voy rápido:
las cuadras tienen setenta metros.
El umbandismo es barrial
y gusta del agua
por eso
en donde estaban los cines
hay salones
pero no iglesias.
Empiezo ahora
porque falta poco
Los panaderos anarquistas
se reunían en el despertar obrero:
hubo huesos dentro de ese horno.
También hubo biblioteca
Villafañe donó libros
que Calveyra leyó
con la luz de la mañana.
El obrero no despertó.
Los libros fueron donados
a una escuela
y quemados en los noventa
porque ocupaban lugar.
Acá
acá estaba el despertar
en el horno encontraron huesos humanos
pero las cenizas de los libros
estaban en la Normal.
Vamos hacia el este
aún queda una pequeña loma para ver el río
un horizonte al alcance de la mano
en este salón el vino
se tomaba
con una soda de burbujas gruesas
los viejos del asilo cagaban alegremente
al gurí del kiosco con el vuelto
y una vez le hicieron comer el papel
con la quiniela clandestina
al grito de policía.
Ni bar ni viejos
ni bochas
ni asilo ni quiniela
apenas el empleado del kiosco
los domingos da vueltas a la plaza
el asiento de atrás lleno de hijos
su mujer era preciosa
digo era
todavía vive.
En los porros adolescentes
creíamos ver un anillo de saturno entrerriano:
el horizonte cerca
y un poco más arriba
una manga de metal gris
por donde el granero
despachaba al mundo
pero eran noches
en que caminábamos sobre el vapor del frío
discutiendo ideas
“un hombre es una idea”
decía huguito
y el camboyano como una sentencia
completaba
“y también una bala”.
Alejo Carbonell, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1972. Este poema da título al libro publicado por Ediciones Recovecos, Córdoba, 2008
Selección de Poemas de César Cantoni (La Plata, 1951)
TULIPAS
Aún mojadas por la lluvia de ayer,
las tulipas atraen la mirada
hacia el jardín. Son un gesto carnal,
un testimonio inequívoco del mundo
en la luz que las envuelve.
Pero el observador no cede
frente al triunfo de lo real:
el ojo se vuelve inquisidor
en busca de respuestas
y la imaginación engendra monstruos
que se evaden del cuadro.
Las tulipas, en tanto,
no preguntan por qué,
para qué.
Simplemente se alzan
como airosas cabezas hacia el sol,
confiadas a su sola razón
de ser tulipas.
NOTAS PARA UNA POSIBLE ARTE POÉTICA
La palabra es
ambigua.
El ser,
contradictorio.
Lo real,
insondable.
La verdad,
esquiva.
Toda interpretación,
errónea.
César Cantoni
De El triunfo de lo real,
MEDICALGRAF, La Plata, 2001
27.04.05
Soy el eterno perdedor.
Perdí el empleo, la gorra y la paciencia.
Cada vez que aposté a un caballo,
se mancó en la largada.
Mi número de la suerte
no es nunca el elegido.
Y hasta en el juego del amor
mi corazón trabaja a pérdida.
De buena gana, me arrojaría ahora bajo el tren
de las nueve y treinta y uno que viene de Tolosa,
pero temo que no pase a horario.
(Soy el eterno perdedor)
02.05.05
No eras mi tipo, como se dice,
pero, de haber podido, te hubiera regalado
los jardines colgantes de Babilonia,
aquella noche, en la desolación
de un parador de ómnibus, en medio de la ruta,
mientras esperábamos rehacer la marcha
que nos devolvería a La Plata
y el verano se apagaba sin gloria.
(Epílogo para un viaje de vacaciones)
10.05.05
Si nada es gratuito
me animo a decir
que ese puntito negro,
esa pequeña deyección de mosca
en la testa brillante –magníficamente
tonsurada- del santo de yeso
que está sobre la cómoda, es una crítica
a la fe iconoclasta de la casa.
(Si nada es gratuito)
24.06.05
Ayer vino mi madre muerta a visitarme.
Vino vestida de entrecasa, con su gastado delantal a cuadros,
que colgaba de un gancho en la cocina.
No preguntó por nada ni por nadie. Simplemente,
quería saber si todo se encontraba en orden:
las camas tendidas, los cuartos ventilados,
las plantas podadas y con agua…
De paso, me recordó que la felicidad no dura,
que el amor es triste y duele demasiado
Y que, al final, sólo queda arreglárselas como se puede.
También me dijo que no comiera dulces
y, sobre todo, que me cuidara del invierno,
que, en invierno, el viento suele ser traicionero en las esquinas.
Después, cuando la tarde agonizaba,
salió a la calle, saludó a los vecinos como de costumbre
y se fue con su escolta de ángeles indulgentes.
Sí, ayer vino mi madre a visitarme.
(Ayer vino mi madre)
14.07.05
Pues bien, éste es el mundo conocido
y no hay prueba de otro por ahora.
Los aviones se estrellan, los barcos naufragan,
los trenes descarrilan… En la guerra,
en medio de un sismo, en el quirófano,
la gente agoniza lastimosamente o muere de golpe sin explicación.
Esta mañana, para ser preciso,
un camión, que llevaba hortalizas,
atropelló a la perra del diariero y le rompió una pata,
sumándole un nuevo dolor al devenir.
Si yo fuera católico, diría que el Supremo sabe lo que hace
y no jaquearía al dogma con preguntas.
Está claro. Pero he aquí que, en el fondo, sigo siendo un niño
y aún conservo la manía inquisidora
de abrirles la panza a los juguetes.
(Éste es el mundo)
26.07.05
1.
A unos se les revela la Virgen;
a otros, el Demonio.
A mí se me reveló la Nada.
Soy el nuevo gurú del siglo XXI
y hablo en nombre de lo que no es.
2.
Creo en el tiempo infinito,
no en la eternidad;
en la inmortalidad del cuerpo,
no del alma;
en la resurrección de los muertos,
pero sólo en este mundo.
3.
Mi dios me recuerda
que soy inmortal;
el carro fúnebre del tiempo
que voy a morir.
4.
No pediré perdón,
no seré absuelto,
no levitaré tras la muerte,
no reencarnaré en mi cuerpo ni en otro,
no resucitaré en lugar alguno.
Simplemente me despediré de ustedes,
convencido de que no volveremos a encontrarnos.
(Breviario de herejías)
07.08.05
Desolada y sin luz, como una cosa más
tirada a la vereda, entre latas
de cervezas vacías y preservativos,
asoma la mañana; esta mañana propia de domingo,
mientras todos duermen a sus anchas
y el diariero pasa por debajo de las puertas
las sórdidas crónicas del día.
(Desolada y sin luz)
12.09.05
No escribía al dictado del corazón,
sino del hígado cirroso.
No escribía para los hombres satisfechos,
sino para aquellos que sufren
la quemadura de la vida.
No escribía porque la poesía
fuera capaz de redimir al mundo,
sino porque estaba seguro
de que no existe salvación.
(Bukowski o le mal de vivre)
24.12.05
Un papá Noel sonríe al que lo mira
desde el escaparate reluciente
de una casa de regalos.
Con espíritu celebrante,
la gente se agolpa por la calle,
cargada de paquetes.
Sólo los perros, que duermen
plácidamente en la vereda,
permanecen ajenos al rito navideño.
La noche va cayendo ahora
y el cielo se puebla de bíblicas señales.
Entre el culto pagano y la fe cristiana,
la cruel realidad de los chicos que mendigan
sigue reclamando un redentor.
(Crónica de Nochebuena)
16.03.06
Nunca pude recordar el nombre de los coleópteros,
de los montes volcánicos, de los ciclones.
Últimamente, he olvidado el nombre de algunas mujeres,
de muchos libros, de ciertas disciplinas.
De a poco, ve voy quedando con las palabras justas,
las que aún son capaces de nombrar
la tragedia o los sueños,
mientras la realidad se adueña de lenguajes
cada vez más inútiles.
(Nunca pude recordar el nombre)
César Cantoni
De Diario de paso, Hespérides, La Plata, 2008
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