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Selección de poemas de Pablo Anadón

04:56 PM, 6/12/2008 .. Publicado en Poemas .. 0 comentarios .. Link

 

La luz de la cocina en la mañana

 

La luz de la cocina en la mañana

cuando la casa aún está a oscuras

y todos duermen, y en los vidrios

el día es un presentimiento

parecido a la espera o a la añoranza.

 

La luz de la cocina cuando el sol aparece

anaranjado entre las ramas negras

y las flores celestes del jacarandá

y el hombre hace el café, hojea un libro,

se asoma al patio y piensa

 

que es posible que llueva,

que ya casi el la hora

de despertar a su mujer, que hay ropa

tendida en la soga, que el silencio

con olor a humedad le recuerda su infancia,

que la vejez se acerca

y el poema se aleja

y aún no sabe vivir.

 

 

 

Duermevela

 

He oído en la mañana

temprano, cuando apenas

parpadea la luz en los postigos,

un llanto de mujer.

 

Un llanto de mujer

que nadie, sino yo, ha oído

como se oye la lluvia en el silencio

de la niñez, en sueños, con su ala

de sombra sobre bosques, ciudades y caminos.

 

Un sollozo lejano de mujer

-lejano y entrañable

como el latido sordo de otro pulso-

por encima del largo desamparo

del país, ha llegado y está aquí

 

en un cálido azogue ante mis ojos,

sin piedad ni reproche,

reflejando los rasgos de mi rostro,

los rasgos de mi culpa.

 

 

El basural

 

Es real esta mañana

de marzo la metáfora

de la flor que en medio

del basural entreabre su lánguida corola.

 

Manida, melancólica verdad

de nuestras vidas y de nuestros

países, que no pueden

parir una criatura de belleza

si no es entre los muslos

de la materia muerta, putrefacta.

 

 

 

Fábula triste

 

                                               A mis hijos

 

1

 

Nada más que un cachorro de unos meses

que una mañana vino a nuestra casa

y se quedó.

 

 

2

 

Me levantaba al alba

y lo primero que veía

al bajar la escalera

eran sus ojos lagañosos

que me miraban fijos

mientras se oía el redoble

risueño de la cola

golpeando el almohadón.

 

 

3

 

La alfombra, el plato, los juguetes

de los chicos, donde hallo todavía

las huellas de sus dientes,

de su pequeña vida.

 

 

4

 

Hueso puro de ausencia,

vengo a roerlo aquí,

a este rincón donde pasábamos

largas horas los dos.

 

 

5

 

¿Qué significa, perro

perdido, tu existencia

en la mía? ¿Quién eras

de verdad, perro niño?

 

 

6

 

Pronto también nosotros

tendremos que dejar

esta casa. Muy pronto

no habrá nadie que abra

la puerta que raspabas,

si volvieras un día.

 

 

7

 

Desde aquí, escucho

antes de adormecerme

y apenas me despierto

el murmullo constante

del arroyo. No hay tiempo

ahí, todo es presencia

mineral, fugitiva,

que fluye sin saber

lo que pasa o se queda…

y aquí uno, restregándose

los ojos por un perro

que ya no está, extraviado

ladrido que en la mente

resuena como un eco

de todo lo perdido.

 

 

8

 

Y ahora,

¿de dónde viene ese oro

de la luz en la hora más hermosa del campo,

la luz que nos quedábamos mirando

aquí, en la galería, donde

sueño que lo querido

puede quedarse para siempre

como el fondo dorado de un retablo de Siena?

 

 

 

In memoriam

 

                                               A. N. (1961-1964)

Hermano mío,

mi amuleto de la infancia,

¿se lleva la memoria

de la mano que aprieta nuestra mano

hasta que nos dormimos?

 

Niño mayor

y para siempre niño,

que casi no estuviste

y creciste a mi lado

como la sombra suave

que se alarga en la tarde,

¿en dónde están aquellos días

que nadie más que vos podía vivir?

¿Por qué he vivido yo, y vos

has muerto todos estos años?

 

Hermano, mi pequeño

amuleto de la infancia,

hoy más pequeño que mis hijos,

¿hay un lugar

donde lo muerto permanece?

¿Por qué sólo en el sueño

y nunca en la mañana

podemos verle la cara a nuestros muertos?

 

En ese día, hermano, el último,

dame tu mano diminuta

y regresemos juntos a la nada

por el zaguán  de nuestra casa vieja.

 

 

 

 



Aparecidas

11:36 PM, 5/11/2008 .. Publicado en Poemas .. 2 comentarios .. Link
 

Aparecidas

(selección de poemas de María Calviño)

 

 

 

templo vacío

 

 

Los dioses de mi padre no podrán

ver el sol.

 

(Yo les ofrezco

el viento deshilando el arenal

-como deshila en verano las tardes

la lluvia-,

y cavidades que deja en la playa

un cuerpo que el sueño arrebata.)

 

En este mar de arena busco un templo

vacío para los ídolos ciegos,

con el canto silente de la noche

que desgrana su plegaria en la sombra

y deshace las últimas vendas de la luz...

 

Bajo la cúpula del cielo,

que sostienen apenas las estrellas,

el horizonte en ruinas

es todo cuanto alcanzo a descubrir

del mundo: un blanco

ante el cual tensa su arco

la memoria;

el tiempo se posa en las cuencas selladas

de los dioses dormidos.

 

 

 

 

entreacto de Ofelia

 

 

 

Enhebro entre los dedos agujitas

de romero todo el tiempo,

pero sólo puedo recordar letras

de rondas, canciones para cantar

en días de fiesta y cuando la piel

tiene el perfume de estas flores

azules, sigo sin recordar nada.

 

¿Habría sido como cuando encuentra,

al fin, el río su cauce, dejando

atrás el puente y los sauzales,

o nada más que un golpe seco

contra el cuerpo tenso?

 

   Nadie me pregunta,

     no me habla nadie

   porque mis palabras

     no dicen nada.

 

Aunque si me acordara,

si alguna flor azul pudiera

recobrarte, quizás repetirían

que estás loco, y que nadie

encuentra su camino

mirándose en los ojos de alguien más.

 

 

 

[página suelta del diario

 de Raquel]

 

“Y  ya que te ibas, porque tenías deseo de

la casa de tu padre, ¿porqué

me hurtaste mis dioses?”

   Gén.31;30.

 

¿Acaso también mi hermana

creía en ellos (en los dioses

de mi padre), y ahora piensa

como él que en dos veces siete años

no hubo tiempo suficiente

para dudar de todo?

 

Si no se parecen a los hombres,

ni tienen los ojos abiertos,

y hasta podrían ser vaciados

de bronce de poco valor.

 

Yo no soy torpe con las manos,

los envolví en lienzos limpios

y viajaron conmigo entre las piernas.

Andar por aquel desierto al paso

no fue ninguna pesadilla,

ni por las noches más heladas.

 

Y hubiera creído en ellos yo también

si no nos hubieras seguido, padre;

empecinado en desconfiar

de lo invisible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2x4

 

 

 

La vida arrecia,

nos conocimos hace tanto

 

igual que en el tango

el fuelle de esta sola noche

desvanece todas las demás

 

y qué chiquita, remota y pálida

era la luna.

 

 

 

cuando Lot llegó a Zoar

 

 

Mujer de sal,

toda la sal del mar

                             detenida

en el humo

que subía de la tierra

como el humo de un horno.

La ciudad encendió el fuego

desde cada uno de sus días

y sus noches:

un único racimo incandescente

en la memoria.

La sal de los pies de la mujer

se hundió en cenizas.

                                    Lejos

de su cuerpo

la luz de la mañana

recibió un nuevo huésped,

y el sol salía

otra vez sobre la tierra.



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