Selección de poemas de Pablo Anadón
La luz de la cocina en la mañana
La luz de la cocina en la mañana
cuando la casa aún está a oscuras
y todos duermen, y en los vidrios
el día es un presentimiento
parecido a la espera o a la añoranza.
La luz de la cocina cuando el sol aparece
anaranjado entre las ramas negras
y las flores celestes del jacarandá
y el hombre hace el café, hojea un libro,
se asoma al patio y piensa
que es posible que llueva,
que ya casi el la hora
de despertar a su mujer, que hay ropa
tendida en la soga, que el silencio
con olor a humedad le recuerda su infancia,
que la vejez se acerca
y el poema se aleja
y aún no sabe vivir.
Duermevela
He oído en la mañana
temprano, cuando apenas
parpadea la luz en los postigos,
un llanto de mujer.
Un llanto de mujer
que nadie, sino yo, ha oído
como se oye la lluvia en el silencio
de la niñez, en sueños, con su ala
de sombra sobre bosques, ciudades y caminos.
Un sollozo lejano de mujer
-lejano y entrañable
como el latido sordo de otro pulso-
por encima del largo desamparo
del país, ha llegado y está aquí
en un cálido azogue ante mis ojos,
sin piedad ni reproche,
reflejando los rasgos de mi rostro,
los rasgos de mi culpa.
El basural
Es real esta mañana
de marzo la metáfora
de la flor que en medio
del basural entreabre su lánguida corola.
Manida, melancólica verdad
de nuestras vidas y de nuestros
países, que no pueden
parir una criatura de belleza
si no es entre los muslos
de la materia muerta, putrefacta.
Fábula triste
A mis hijos
1
Nada más que un cachorro de unos meses
que una mañana vino a nuestra casa
y se quedó.
2
Me levantaba al alba
y lo primero que veía
al bajar la escalera
eran sus ojos lagañosos
que me miraban fijos
mientras se oía el redoble
risueño de la cola
golpeando el almohadón.
3
La alfombra, el plato, los juguetes
de los chicos, donde hallo todavía
las huellas de sus dientes,
de su pequeña vida.
4
Hueso puro de ausencia,
vengo a roerlo aquí,
a este rincón donde pasábamos
largas horas los dos.
5
¿Qué significa, perro
perdido, tu existencia
en la mía? ¿Quién eras
de verdad, perro niño?
6
Pronto también nosotros
tendremos que dejar
esta casa. Muy pronto
no habrá nadie que abra
la puerta que raspabas,
si volvieras un día.
7
Desde aquí, escucho
antes de adormecerme
y apenas me despierto
el murmullo constante
del arroyo. No hay tiempo
ahí, todo es presencia
mineral, fugitiva,
que fluye sin saber
lo que pasa o se queda…
y aquí uno, restregándose
los ojos por un perro
que ya no está, extraviado
ladrido que en la mente
resuena como un eco
de todo lo perdido.
8
Y ahora,
¿de dónde viene ese oro
de la luz en la hora más hermosa del campo,
la luz que nos quedábamos mirando
aquí, en la galería, donde
sueño que lo querido
puede quedarse para siempre
como el fondo dorado de un retablo de Siena?
In memoriam
A. N. (1961-1964)
Hermano mío,
mi amuleto de la infancia,
¿se lleva la memoria
de la mano que aprieta nuestra mano
hasta que nos dormimos?
Niño mayor
y para siempre niño,
que casi no estuviste
y creciste a mi lado
como la sombra suave
que se alarga en la tarde,
¿en dónde están aquellos días
que nadie más que vos podía vivir?
¿Por qué he vivido yo, y vos
has muerto todos estos años?
Hermano, mi pequeño
amuleto de la infancia,
hoy más pequeño que mis hijos,
¿hay un lugar
donde lo muerto permanece?
¿Por qué sólo en el sueño
y nunca en la mañana
podemos verle la cara a nuestros muertos?
En ese día, hermano, el último,
dame tu mano diminuta
y regresemos juntos a la nada
por el zaguán de nuestra casa vieja.
Aparecidas
Aparecidas
(selección de poemas de María Calviño)
templo vacío
Los dioses de mi padre no podrán
ver el sol.
(Yo les ofrezco
el viento deshilando el arenal
-como deshila en verano las tardes
la lluvia-,
y cavidades que deja en la playa
un cuerpo que el sueño arrebata.)
En este mar de arena busco un templo
vacío para los ídolos ciegos,
con el canto silente de la noche
que desgrana su plegaria en la sombra
y deshace las últimas vendas de la luz...
Bajo la cúpula del cielo,
que sostienen apenas las estrellas,
el horizonte en ruinas
es todo cuanto alcanzo a descubrir
del mundo: un blanco
ante el cual tensa su arco
la memoria;
el tiempo se posa en las cuencas selladas
de los dioses dormidos.
entreacto de Ofelia
Enhebro entre los dedos agujitas
de romero todo el tiempo,
pero sólo puedo recordar letras
de rondas, canciones para cantar
en días de fiesta y cuando la piel
tiene el perfume de estas flores
azules, sigo sin recordar nada.
¿Habría sido como cuando encuentra,
al fin, el río su cauce, dejando
atrás el puente y los sauzales,
o nada más que un golpe seco
contra el cuerpo tenso?
Nadie me pregunta,
no me habla nadie
porque mis palabras
no dicen nada.
Aunque si me acordara,
si alguna flor azul pudiera
recobrarte, quizás repetirían
que estás loco, y que nadie
encuentra su camino
mirándose en los ojos de alguien más.
[página suelta del diario
de Raquel]
“Y ya que te ibas, porque tenías deseo de
la casa de tu padre, ¿porqué
me hurtaste mis dioses?”
Gén.31;30.
¿Acaso también mi hermana
creía en ellos (en los dioses
de mi padre), y ahora piensa
como él que en dos veces siete años
no hubo tiempo suficiente
para dudar de todo?
Si no se parecen a los hombres,
ni tienen los ojos abiertos,
y hasta podrían ser vaciados
de bronce de poco valor.
Yo no soy torpe con las manos,
los envolví en lienzos limpios
y viajaron conmigo entre las piernas.
Andar por aquel desierto al paso
no fue ninguna pesadilla,
ni por las noches más heladas.
Y hubiera creído en ellos yo también
si no nos hubieras seguido, padre;
empecinado en desconfiar
de lo invisible.
2x4
La vida arrecia,
nos conocimos hace tanto
igual que en el tango
el fuelle de esta sola noche
desvanece todas las demás
y qué chiquita, remota y pálida
era la luna.
cuando Lot llegó a Zoar
Mujer de sal,
toda la sal del mar
detenida
en el humo
que subía de la tierra
como el humo de un horno.
La ciudad encendió el fuego
desde cada uno de sus días
y sus noches:
un único racimo incandescente
en la memoria.
La sal de los pies de la mujer
se hundió en cenizas.
Lejos
de su cuerpo
la luz de la mañana
recibió un nuevo huésped,
y el sol salía
otra vez sobre la tierra.
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